Capítulo 14

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Antes de que los labios de Legolas alcanzaran los de Silwen, ella detuvo su acto de amor

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Antes de que los labios de Legolas alcanzaran los de Silwen, ella detuvo su acto de amor. Colocó un dedo sobre los labios de él y giró su rostro con celeridad observando ahora el bosque a su derecha.

— Espera... —murmuró entrecerrando sus ojos con el ceño fruncido. Legolas fue a protestar, ignorando descaradamente su petición, cuando Silwen cubrió por completo la boca de él con la palma de su mano—  Silencio Legolas, ¡detente un momento! —rogó en un susurro. Su pulso se encontraba desbocado, intentando hallar algo entre el basto bosque. 

Los inocentes actos de Silwen, más allá de estar guiados para oponerse a aquel beso, estaban impulsados por la incertidumbre de algo desconocido a su alrededor. A pesar de ello, y siendo Legolas inconsciente del peligro que ella percibía, aquel rechazo fue recibido por él con una terrible congoja. Consiguiendo que su corazón se quebrara, tan frágil como el cristal, desmintiendo su propia creencia donde él era invulnerable. Confirmando no ser correspondido, su rostro no pudo mostrar más tristeza en ese instante. Odió haber albergado un ápice de esperanza. ¡Que ingenuo había sido al imaginar que ella lo aceptaría! Ese tormento que comenzaba a brotar en su interior, causándole tal insufrible dolor a su alma que creyó perecer, se vio aplacado por la cegadora realidad. Una figura de aspecto tosco y desgarbado, se mostró al fin entre la espesura. 

Silwen fue quien se alzó primero, desenvainando su espada y enderezando su cuerpo a la defensiva. Legolas tensó su arco para posicionarse a su lado un segundo más tarde. Fue ahí cuando quiso golpearse a si mismo, frente a un enemigo que no había logrado detectar antes, él había estado sumido en sus propios y oscuros pensamientos. Se sintió un irresponsable y un necio, pues él era un habilidosos guerrero que no había sido capaz de captar la presencia de un infame orco a menos de diez metros de distancia. Pero quién podría juzgar su insensatez, cuando se encontraba frente al mayor de sus suspiros con los sentidos ahogados en el deseo.

— Odiosa elfa... —siseó con rencor la figura entre sus ennegrecidos dientes. Su tamaño era superior al de cualquier orco, y el tono enfermizo y verde de su piel, estaba plagado de resecas manchas de sangre oscura.

— Thakgul. —lo reconoció al instante Silwen. Pues su aspecto era singular, debido a la carencia de uno de sus ojos. Una gigantesca quemadura desfiguraba su mejilla y gran parte de su ya horrendo rostro. Silwen rememoró rápidamente aquellos crueles maltratos producidos en Mordor, generados por el orco que tenía a pocos metros. Harta un día de su injusto trato, de los cortes sangrantes que desgarraban su piel, mientras él estrellaba el látigo una y otra vez contra su espalda, decidió que el dolor que había soportado, era superior al padecido durante más de cien vidas. Finalmente sonrió de lado, recordando al fin el incidente que causó la parcial ceguera de aquel monstruo. Con las brasas candentes de una forja próxima, desfogó su ira contra él en el pasado, en un arrebato temerario que no quedó impune. Marcado el rostro del orco, su sed de venganza menguó, pero no el dolor que aún se mantenía en sus heridas. Silwen se señaló su propia mejilla con aires de superioridad— Veo que sigues igual de desfavorecido. 

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora