Capítulo 2

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Silwen puso rumbo al norte, siguiendo su más fiel instinto

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Silwen puso rumbo al norte, siguiendo su más fiel instinto. Abandonando tras cinco años, la seguridad que le proporcionaba aquel despoblado bosque de Ithilien. Se vió obligada a atravesar el río Anduin, pues lo último que necesitaba era encontrarse con una hueste de orcos en las Tierras Pardas. No, se arriesgaría a poner un pie en tierra de hombres por primera vez en su vida. No sabía qué dirección le llevarían sus pasos, únicamente ataviada con una larga túnica gris que ocultaba sus facciones, y su espada a la espalda, infundiendole valor en su viaje. Perseguía el mensaje que dejaba el viento en el aire, la maldad crecía en el norte. Cierto escalofrío recorría su espalda a cada paso que daba, un pensamiento invadía su mente.

— Por todos los Valar hermano ¿qué estás haciendo? —murmuró para si misma a la vez que se alzaba en el horizonte el Folde Este en las tierras de Rohan. En su camino tan solo había alcanzado a ver alguna que otra figura en la lejanía. Su refinada visión élfica le permitía esquivar a todos los transeúntes situados a horas de distancia. Conocía a la perfección la situación geográfica de cada reino y cada bosque en la Tierra Media. Pues a pesar de haber vivido sus más de dos mil años cautiva en Mordor, desconociendo por completo parte de su pasado, eso no la había privado de conocimientos. Saruman siempre fue muy estricto en cuanto a sus estudios, el maia impartía con firmeza sus clases, en un intento por transmitir la mayor cantidad de conocimientos posibles a la súbdita de Sauron. Suspiró con cansancio, su desarrollado metabolismo le proporcionaba la capacidad de estar despierta durante días incluso sin comer, pero el pesar de Silwen iba más allá del ámbito físico. Un antiguo mal rodeaba su alma inmortal, prohibiéndole unir su espíritu con el bosque. Se sentía sola, ajena a la naturaleza que la rodeaba, algo indigno de los Primeros Nacidos. Pero acaso tras todo lo que Silwen había sufrido ¿podía ella considerarse una elfa o era un mero experimento nacido de la codicia de Sauron? No pudo responder a su propia pregunta cuando unos ensordecedores gritos de guerra la alarmaron. En la distancia, rozando el horizonte, un grupo de hombres luchaban fervientemente contra dos docenas de orcos. Sus piernas echaron a correr al momento, desesperada por acortar la distancia con aquellas pobres almas que habían tenido la desdicha de ser emboscadas por esa vil raza, creada antiguamente por Melkor. Sus pasos fueron increíblemente rápidos, incluso superiores a un elfo común. Empezó a discernir las figuras de los hombres, reconociendolos por las escrituras como guerreros de Rohan. Desenvainó su fiel espada de acero negro cuando el primer orco se posicionó frente a ella. La bestia estaba a punto de atravesar con su arma a uno de los guerreros. El hombre estaba demasiado ocupado intentando zafarse de otras dos alimañas, como para darse cuenta de ello. El acero onix de la elfa se alzó frenando en el aire el filo romo del hacha orca. El impacto de ambos metales provocó una vibración en el aire. Silwen aferró sus pies en la árida tierra, impidiendo el avance de su enemigo quien lanzó de nuevo un tajo, esta vez hacia ella. El negro acero detuvo de nuevo el golpe, el cuerpo de Silwen se vio ligeramente impulsado hacia atrás debido a la inmensa fuerza del orco. El guerrero a su espalda, tras conseguir dar muerte a sus enemigos en el frente, giró su cuerpo en dirección a la figura encapuchada de la elfa. La desconocida cubría su retaguardia, salvándolo de una muerte segura. Silwen fintó hacia su derecha con un grácil movimiento y de un único corte, rebanó la cabeza del orco. Sus grises orbes encontraron los oscuros ojos del desconocido guerrero, al que había protegido con su vida sin tan siquiera titubear. La unión de miradas se vio rota por la intervención de un nuevo grupo de orcos. La elfa fue más veloz en sus movimientos, con ambas manos sujetaba la empuñadura de su arma y propinaba letales cortes en cada uno de los orcos. Los seis últimos cuerpos cayeron inertes ante su hoja. La capa cubría su pelo, pero si su rostro fuera visible, sería abrumador ver la tranquilidad de sus ojos y como ni tan siquiera su blanquecina melena se había visto alterada tras el ferviente combate. Su semblante era sereno, al igual que el movimiento de sus manos mientras envainaba de nuevo la espada a su espalda. Giró sus talones dispuesta a poner la mayor distancia con aquellos hombres, nadie debía saber que ella estaba allí, menos aún su hermano.

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora