Capítulo 16

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El fuego de la hoguera crepitaba y la madera crujía siendo este el único sonido que rompía la noche

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El fuego de la hoguera crepitaba y la madera crujía siendo este el único sonido que rompía la noche. Bajo su luz, Legolas y Gimli, veían como las llamas poco a poco se extinguian. Con el humo entremezclándose con el cielo nocturno, y con la Luna lamentándose también por la desgracia de Silwen, pues esta parecía apagada y taciturna envolviendo al grupo en una atmósfera aún más lúgubre. Pero ninguno se alzaba de su asiento, expectantes a que Aragorn terminara de tratarla.

— Se recuperará. —el hombre se sentó junto al fuego cerca de ambos, tras hacer ingerir a Silwen un espeso remedio de hierbas.

Él con la ayuda del Gimli, había  conseguido encontrar las hojas de Athelas tras una extenuante búsqueda. De forma apresurada, Aragorn había creado una medicina contra la oscura dolencia de Silwen.

Ella jadeaba de forma errática, mientras un sudor frío le mojaba el rostro. Sus largos mechones se adherían a su blanquecina piel. Legolas mantenía su mirada fija sobre ella. Ansiando que abriera sus ojos o al menos moviera su cuerpo calmando así su terrible angustia. Pero nada de eso ocurría. Ningún sonido surgía de su boca más que los gemidos de una tortura que la sofocaba por dentro. Era devastador para Legolas ver a un ser tan lleno de luz, apagarse frente a sus ojos de forma irremediable. Le recordó a las flores que se marchitaban, avisándole de que el frío invierno llamaría pronto a su puerta. No obstante, para él, encontrar que Silwen se desvanecía le causaba un gélido dolor bajo su piel. Más que cualquier invierno, lo que Legolas sentía era el fin de Arda cerniendose sobre él.

— No supe reaccionar. —se regañó a si mismo, en un susurro que llamó la atención de sus dos acompañantes. Pues él llevaba más de dos horas en completo silencio.

— Ya creía que habías perdido el juicio. —murmuró Gimli limpiando su hacha de sangre orca. Maldijo frotando con rabia la hoja, pues aquel líquido negruzco parecía no querer salir.

— Me quedé estático. —Legolas ignoró el reproche de su amigo y continuó reprendiendose entredientes.

Un quejido escapó de los quebradizos labios de Silwen, provocando que los tres, hombre, elfo y enano, se giraran en su dirección de forma brusca y desesperada. Ni un centímetro del cuerpo de Silwen se había movido tras largas horas en aquella posición, pero la expresión de su rostro distaba mucho de encontrarse relajada. Con los ojos cerrados y su boca entreabierta, soltó un largo suspiro antes de que su respiración consiguiera sosegarse al fin. Legolas se deleitó con la armoniosa melodía que era volverla a oír respirar con facilidad. Saboreó unos segundos más el también suave bombeo de su corazón. Miró agradecido a las estrellas, con una sonrisa formándose en sus finos labios.

— Parece que tus plantas si que han surtido efecto. —sonrió algo más tranquilo Gimli, tras alzar su hacha en el aire buscando resquicios de sangre sobre la hoja.

— Hjm... —se limitó a contestar el hombre con un sonido gutural.

Aragorn se inclinó hacia delante, apoyando sus codos sobre ambas piernas. Le dedicó una intensa mirada a Legolas. Con el ceño fruncido y su mente revuelta, se preguntó el porque su imperturbable amigo, aún parecía estar emanando ira por cada poro de su piel. Legolas le contestó con un rostro inexpresivo y frío, que hizo aumentar la curiosidad de Aragorn.

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora