Capítulo 17

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Tras una noche de descanso, y con la espada ya entre sus manos, Silwen recobró aquella vitalidad que hacía tiempo no se dejaba ver en su rostro

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Tras una noche de descanso, y con la espada ya entre sus manos, Silwen recobró aquella vitalidad que hacía tiempo no se dejaba ver en su rostro. Las primeras luces del alba impactaron contra aquellos grandes espejos del color de la bruma que portaba como ojos. Estiró su mano buscando tapar la intensa luz que aún seguía molestándola. Con las fuerzas recobradas pero su cuerpo aún pesado, se tambaleó hasta alcanzar a Gimli. El enano la miró de reojo. Ella con sus torpes pasos, nada dignos de un elfo, le sonrió con timidez.

— Aún no hallo una disculpa adecuada para mi atroz comportamiento de hace unos días. —con nerviosismo se ajustó con más fuerza el jubón a su pecho— Lamento haber intentado... —sus palabras murieron en su boca cuando Gimli la mando callar alzando su mano.

— Deja ya de disculparte. —le sonrió con ternura— Pues no eras realmente consciente de tus actos, Guerrera Blanca. —Silwen alzó una ceja ante el mote que acababa de recibir por parte del enano. Este carcajeó con ganas antes de volver a hablar entre risas— Es así como se te reconocerá a partir de ahora. Tus hazañas serán cantadas a lo largo de toda la Tierra Media. Los enanos, elfos y hombres, brindarán al son de tus gestas. ¡Estoy seguro de ello! —levantó su hacha en el aire soltando un rugido que hizo que Aragorn y Legolas, se volvieran hacia ambos con terror.

Silwen, presa del orgullo y completamente agradecida, no pudo evitar abrazar al enano ante la mirada de desconcierto de Legolas y Aragorn. Gimli se ruborizó de forma instantánea y respondió al abrazo con aún más fuerza.

— Me alegra saber que no he perdido tu confianza, mellon nîn. —Silwen se separó de él, pero no pudo evitar sostenerse de su hombro. Aquel irrefrenable acto por su parte, hizo que casi cayera de bruces por su falta de equilibrio.

— Y jamás lo harás, pues largos años nos quedan aún juntos. —señaló su pecho con convicción y con su otra mano, ayudó a Silwen a afianzar sus pasos— Pues este enano será ya por siempre tu aliado.

Las horas discurrían como las tranquilas aguas de un río. Imparables, pero lentas y tediosas. De vez en cuando Silwen subía en Arod, pues sus piernas no conseguían sostenerla por mucho tiempo. Al trote, Seregmor chocaba contra la armadura de su espalda, emitiendo constantemente un sonido metálico que la comenzaba a irritar. Y por si aquello fuera poco para Silwen, su arma no había dejado de susurrar en su oído desde que despertó. Era una lengua que no practicaba, pero tampoco le hacia falta saber el significado de aquel vil cántico para entender que nada bueno era dicho por Seregmor.

No pudo soportar más sus insistentes palabras, que chirriaban de forma tan aguda, que parecían escarbar en su mente. Cansada de que le instara a ceder a la oscura verdad, arrancó de un tirón la espada a su espalda. Rompiendo asi las correas que la unían a su armadura. Hizo el amago de lanzarla tan lejos como sus pocas fuerzas le permitían. Pero con su mano sosteniendo la hoja envainada, alzó su mirada encontrando la de Legolas y el resto de sus compañeros.

— No la soporto... —confesó humillada— Ya no, ahora es distinto.

Algo había cambiado en Seregmor. Ahora el arma poseía más influencia sobre ella, y Silwen, ya no encontraba fuerzas para apartarse. Antes se había aferrado a la posibilidad de encontrar a su familia, de conocer su pasado y la dicha que un día vivió. Pero toda esperanza se había deshecho como ceniza.

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora