Capítulo 22

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El sol comenzaba a asomarse por el cielo, por lo que Bucky se despertó. Por un momento se sintió desubicado, pero al ver a Wanda dormida a su lado, cubierta únicamente con aquellos trozos de plástico recordó en donde se encontraba, y sobre todo, sabía que necesitaban un lugar mejor para pasar la noche.

Se puso de pie y observó su alrededor. Para su suerte, parecía que ningún trabajador se encontraba por la zona, y no era para menos, pues la temperatura aún seguía demasiado baja como para poder hacer algo. Con sigilo, salió de la construcción, con el plan de encontrar algo para comer. Sabía que sería una tarea difícil, pero haría lo posible para poder obtener algo de comida.

Los puestos de la pequeña ciudad se encontraban poco habitado, por lo que le fue fácil internarse en ellas y tomar algunas cosas sin ser notado por los encargados. Una vez estuvo con las manos llenas, salió del pequeño sitio y se dirigió de regreso hasta el edificio a medio construir donde se habían escondido por la noche.

Las pocas personas que transitaban por las calles ni siquiera reparaban en quien pasaba por ahí, por lo que llegó hasta el lugar sin mucho problema. Para su sorpresa, Wanda ya se encontraba despierta, sentada en el suelo con la mirada perdida. Se veía realmente indefensa en esas circunstancias, pero estar ocultos en un lugar como ese era lo mejor que podían hacer por el momento.

—Regresaste—murmuró la castaña con poco ánimo.

—Fui a buscar algo para comer—respondió con tranquilidad, mientras comenzaba a sacar un poco de la comida de la bolsa.

—No creo que hayas podido comprar nada de eso—mencionó sin ánimo alguno.

—Dije que fui a buscar, no a comprar—la pequeña broma de Bucky solo la hizo sonreír débilmente.

A pesar de que el sol se encontraba ya en el cielo, el frio de aquel pueblo no desaparecía, por lo que imaginó que se encontraban muy al norte de Canadá. Sin muchos ánimos para hacer algo, se acercó a Bucky y comenzó a comer un poco. La comida solamente constada de algunos panes recién horneados y un jugo en cartón. Era deprimente, pero suficiente para poder tener algo en el estómago.

Durante el día no hubo mucho que hacer, pues estaban completamente varados en ese lugar que desconocían, pero tenían que hacer algo para poder saber qué sucedía alrededor del mundo.

Por la noche, Bucky se dedicó a buscar algo con lo que poder estar comunicado, por lo que se acercó a un pequeño bar del lugar. Nadie parecía querer acercarse al extraño de ropa oscura que recién había llegado al establecimiento. Un hombre de avanzada edad lo miraba con curiosidad, pero la mirada afilada del soldado terminó por cortar la curiosidad que lo invadía.

En una de las mesas del fondo se encontraba un hombre fornido, quien no paraba de beber del tarro de cerveza que se encontraba delante suyo, por lo que Bucky se acercó a él con el fin de obtener un poco de información.

El sujeto lo miró de pies a cabeza, algo fastidiado de que un completo extraño se sentara con él. El soldado ni siquiera se inmutó al ver la mirada molesta del hombre, simplemente aparentó ser un cliente más.

—Nunca te había visto por aquí—espetó con seriedad el hombre.

—Solo estoy de paso por este pueblo—mencionó con monotonía.

—¿Y qué quieres? Asumo que no te sentaste aquí para conversar—mencionó el hombre con seriedad.

—Lo que pasa es que mi celular ha muerto, necesito ayuda para poder contactar con quien me espera en otro pueblo cercano—mintió.

El hombre no se fiaba nada de Bucky, pero simplemente le tendió el celular. El soldado le sonrió en agradecimiento y comenzó a teclear un número, como si realmente estuviera esperando hablar con alguien. El único número que se le ocurrió fue el de Sam, pero sabía que lo más probable era que se encontrara encarcelado, por lo que la llamada jamás fue contestada.

Ser valiente es comenzar de ceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora