Capítulo 20-La luz

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Siempre lo he pasado fatal con las visitas. Yo diría que soy parte de esa inmensa mayoría que sale corriendo a la habitación cuando suena el timbre, con el objetivo de esconderme hasta que quien quiera que fuese la persona que ha llamado, se vaya por donde ha venido. Es una cuestión que nos costó lo suyo resolver a mi compañero de piso y a mí, pues aunque Joshua parece que le da igual ser él quien reciba los paquetes de Amazon que encargamos, la realidad es que tanto él como yo nos empujamos hacia la puerta y el primero que pise el azulejo frente a ésta es quien abre. Recuerdo que una vez le tocó a él y el muy jodido abrió la puerta y salió corriendo, dejándome a mí con cara de estúpido frente a un muchacho de unos treinta años esperando a que le atendiésemos. Desde entonces se la tengo jurada a Joshua.

Pero en esta ocasión, es diferente. Porque soy yo el que va a tener visita en casa porque le he invitado a casa. Bueno, más bien ha sido él mismo quien propuso la idea, yo solamente la acepté, pero digamos que la culpa es mía por incitar a que eso pasara. Joshua salta de su cama, quitándose la sábana de encima nada más le aviso de quién vendrá.

"¿Pero qué haces ahí pasmado? Hay que limpiar esta pocilga. ¿CÓMO VAS A PERMITIR QUE TU JODIDO CRUSH VEA TODO ESTO?" Joshua se coloca los zapatos de estar por casa a la carrera, tropezándose en el camino, aunque eso no le impide llegar sano y salvo al salón para colocar bien la manta (que ya estaba bien colocada antes), limpiar el polvo con un plumero (el polvo lo había limpiado yo por la mañana) y colocar cada planta en el centro de mesa (ya estaban ahí antes de que las tocara).

"¿Te has cansado ya o vas a relimpiar los platos que acabamos de guardar? Si mal no recuerdo, hemos hecho limpieza hoy. Es lo que solemos hacer los domingos y pista, estamos a domingo."

"Cierto, perdón." Mi amigo deja que el aire salga de sus pulmones mientras coloca las manos en su cadera, pasándose antes los dedos por el pelo para apartar el flequillo de su frente. "Mejor dime cómo es posible que Mingyu, Mingyu, el mismo jodido Mingyu venga a casa.

"Va a hacer de cenar."

"¿Qué?"

"Me preguntó cómo podría mejorar mi semana, le dije que comiendo en condiciones por una vez en siete días y él se ofreció para hacer de cenar. Dijo que también podía hacerte a ti, pero sé la cantidad de tápers que tienes en el frigorífico, los que te hizo tu madre que aún te siguen durando y que por tu salud deberías de acabar."

"Pues llevas toda la razón. Además, ¿ser el sujetavelas oficial de la velada? Ni de coña, muchacho." Joshua pasa por mi lado para sentarse en el sofá mientras yo me coloco en el taburete de la isla de la cocina. "Entonces, ¿te va a hacer de cenar?"

"¿Sí?"

"Mingyu."

"¿Sí?"

"Mingyu viene a casa para hacerte de cenar porque llevas una semana comiendo como si fueras el cubo de basura de nuestro portal."

"Auch por la referencia, pero sí." Joshua asiente y se levanta sin decir ni una sola palabra. Se dirige a su habitación pero antes de adentrarse en el pasillo se gira hacia mí. Le miro sin entender nada de lo que está pasando mientras él abre y cierra la boca un par de veces, gira la cabeza hacia mí y la puerta del apartamento y la de su habitación. "Avísame cuando sepáis la hora de la boda. Voy a ir mirando trajes de padrinos de honor y lo pasaré por el grupo. ¿Vais a querer colores cremas o negros? ¿Habrá protocolo para eso?"

"Vete a la mierda." Y parece que es lo suficientemente gracioso como para que Joshua suelte una de las carcajadas de las suyas y se adentre en su habitación.

"¡Y nada de guarrerías en el sofá!" Grita desde el interior de su cuarto antes de cerrar la puerta con un golpe seco. El sonido es lo suficientemente fuerte como para darme cuenta de la situación y de que tengo el tiempo justo para ducharme y prepararme mentalmente para darle la bienvenida a Mingyu a mi humilde morada.

PsicometríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora