Yaken bajaba a todos los santos del cielo mientras era testigo del sufrimiento de su rey.
El médico de la familia real limpiaba con esmero y paciencia la herida para después cocerla.
Solo habían permitido la entrada a una anciana de la servidumbre. Ella se encargaba de pasarle los instrumentos necesarios al médico además de secar el sudor de su frente con un paño de algodón.
El rey se había negado a ser anestesiado. La ira que corría por sus venas era tan fuerte que ni siquiera sentía el dolor.
Su cuerpo era como un volcan a punto de erupcionar.
El deseo de acabar con la vida de aquella maldita mujer le causaba desesperación.La guardia real había llevado a la golpeada mujer a los calabozos. Encadenaron sus manos y sus pies a las paredes.
Estaría ahí por el tiempo que el rey así dispusiera. Sin agua, sin comida y sin permiso para realizar sus necesidades fisiológicas.
Todo su cuerpo dolía por la paliza que le dieron. Le costaba respirar. Era probable que tuviera algunas costillas rotas.
Su ojo izquierdo estaba hinchado. Su labio inferior roto, sangrando. La habían dejado como un estropajo humano. Aunque hasta parpadear le dolía, en su pecho se albergaba una felicidad inmensa.
Asumiría las consecuencias. Ya no tenía nada más qué perder. En aquella guerra lo había perdido todo. La dejaron sola. Cuando tan solo era una niña indefensa.
El monarca protestaba a cada segundo. Estaba más insoportable que de costumbre. Su irritación había alcanzado niveles impensables.
Todos los soldados de la guardia real que se encontraban en el salón del trono cuando fue atacado, terminaron en la horca.
Al rey no le importó las súplicas de sus esposas, las lágrimas de sus madres mucho menos los sollozos de sus hijos.
Yaken se mantenía al pendiente de sus necesidades y también tenía que lidiar con la presión del consejo. Los viejos pujaban el cumplimiento del decreto sin tomar en cuenta la situación del rey.
— ¿Dónde está esa maldita mujer?
— En los calabozos, majestad.
En la habitación real Kaede se apresuraba a limpiar y a ordenar todos los muebles mientras otra joven, bajo su mando, limpiaba lo vidrios de las ventanas.
El monarca permanecía en cama. La fiebre no abandonaba su cuerpo y la herida, aunque ya suturada, no dejaba de sangrar.
Se sentía desesperado. Como si fuese una bola de carne inútil que necesitaba de lo demás para poder moverse.
Yaken era el único que podía tocarlo y tal acción se le dificultaba de sobremanera puesto que su rey era alto y musculoso pero el pobre anciano se las apañaba para no dejarlo caer.
— Quiero verla — espéto.
Yaken palideció ante la orden.
— Eso es imposible majestad. Si lo atacó con todos esos guardias a su disposición ¡Lo matará aquí!
— Cállate Yaken. Tu voz me da dolor de cabeza. Cumple mi orden.
— Si majestad.
Kaede salió de la habitación real rápidamente. Tuvo que correr por el largo y solitario pasillo. Se encontró al consejero del rey bajando las escaleras.
— Yaken — los pasos del anciano se detuvieron ante su llamado.
— ¿Qué pasa Kaede? — preguntó mirándola con recelo. Yaken no confiaba en nadie que no fuese él mismo.
— Hay un campesino que dice saber sobre la jovencita.
— ¡Fhe! ¿Qué puede saber un plebeyo que no sepa la guardia real? — espéto con incrédula voz.
Kaede se acercó a él con pasos sigilosos. Veía en todas las direcciones. Lo que tenía que confesar podría ser tomado como un crímen o hasta como un atentado contra el rey del Oeste.
— Por favor, hazme caso aunque sea una vez en tu vida.
— ¿Qué tramas bruja? — Yaken entrecerró los ojos.
— Vamos al jardín. Aquí no podemos hablar.
Kaede vivía en el palacio desde que era una jovencita de dieciséis años. Su pueblo fue arrazado por las constantes guerras entre monarcas.
Para ese entonces quien gobernaba las tierras del Oeste, era el rey V, el padre del monarca actual. El oráculo había lanzado una profecía en sus días de algarabía. Una profecía que el rey ignoró olímpicamente e intentó hacer las cosas a su manera.
Con el pasar del tiempo el enemigo fue ganando terreno. El rey había perdido la cuarta parte de su ejército y las batallas se volvieron más violentas. La sangre de inocentes era derramada. Las mujeres fueron tomadas como esclavas. Los niños asesinados y los padres tuvieron que ir al campo de batalla.
No importaba si tenían o no experiencia. Muchos ni siquiera habían tocado una espada. Los campos de cultivos fueron quemados. Los graneros saqueados.
La reina tuvo que huir,con el heredero en su vientre, a tierras extrajeras. El rey terminó acorralado por el enemigo en su propio palacio.
El rey del Este era un hombre sádico, violento y sin escrúpulos. La tregua se logró gracias a la intervención de ambos consejos, quienes se comprometieron a cumplir con las exigencias del rey del Este.
Pero el rey V no estuvo contento con el acuerdo y fue por esa misma razón que promulgó el decreto. Guardaba silenciosamente las esperanzas de que su hijo se enamorara de otra mujer.
La única forma para romper el convenio era la existencia de un heredero. Si el rey Sesshomaru se enamoraba y por consiguiente nacía su primogénito, el rey del Este ya no podría exigir y entregaría el poder.
Yaken escuchó atentamente el relato. Su rostro palidecia y su corazón se aceleraba.
— Eso es imposible — expresó cuando Kaede hubo terminado de hablar — El rey jamás tomará a una mujer que no sea de la realeza.
— Su señor padre no quería ningún tipo de unió con el reino vecino.
— Eso lo tengo claro y hasta puedo jurar que su muerte fue la consecuencia de tal decreto.
— Estoy más que segura que dentro del consejo hay un traidor.
— Esto no lo puede saber el rey, aún no ¿Cuál fue la profecía del oráculo?
Kaede sabía que Yaken haría tal pregunta. Lo meditó unos minutos que le parecieron una eternidad al anciano.
— La bestia caerá ante el encanto de la ninfa.
— ¿Una ninfa? Tonterías... esas criaturas ni siquiera existen. Son puras mitologías.
— Estás equivocado viejo. El rey del Este tenía en cautiverio a muchos de esos seres.
— Hasta que no lo vea, no lo creeré.
Kaede esbozó una sonrisa llena de misterio.
— ¿Por qué esa sonrisa?
— Recuerda mis palabras Yaken.
La mujer se fue dejando al viejo lleno de intrigas.
¿Una ninfa? ¿eso era posible? Yaken pensó en buscar información sobre esos seres después que cumpliera lo encomendado por el rey.
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Una Esposa Para El Rey © 👑
FanfictionEl Rey V, había fallecido misteriosamente y su hijo, su primogénito, tuvo que tomar su lugar como el actual monarca. Era un hombre arrogante, altivo y con un ego por las nubes. Quienes lo conocían decían que era déspota, intimidante y peligroso. S...