10 - 𝘏𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘰𝘴

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𖤗𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒍𝒆𝒎𝒐𝒏 𖤗


𝘌l castillo del Este se mantenía en completo silencio. Sumido en una oscuridad casi palpable. El aire del exterior crepitaba entre los muros creando un panorama digno de una película de terror.

Las sombras fantasmagóricas  de la servidumbre se movían de forma intermitente gracias a la tenue luz de la chimenea rústica que iluminaba la estancia.

Naraku veía con fijeza el movimiento de las lenguas de fuego que consumían los pequeños troncos de leña seca. Llevaba horas en esa misma posición. Encerrado en sus pensamientos, planeando, creando. Bebía de apoco la copa de vino, la última de la botella.

Los tacones producían un eco que retumbaba contra las paredes. Naraku aspiró profundamente el aroma de su tan esperada visita. La bella y elegante mujer se posó frente a él. El vestido rojo se adhería a su cuerpo, acentuando sus curvas.

El hombre se relamió los labios permitiendo que la ansiedad causada por las recientes noticias detonaran su limerencia.

Se sentó frente a él y cruzó las piernas de forma descarada. Los ojos negros del rey reflejaron un brillo amenazante. Una amenaza que la mujer pasó por alto. Se veía las uñas con indiferencia.

Su hermana era su reflejo. Los dos eran ambiciosos, sádicos y perversos. Estaban unidos no solo por la sangre que corría por sus venas, sino por la relación incestuosa que había surgido años atrás.

Naraku la amaba de forma desmedida, tanto que rayaba a la locura y a Kagura eso le satisfacía. Por medio de ese amor enfermizo ejercía un control absoluto en el rey, aprovechándose para obligarlo a cometer atrocidades contra todo aquel que no fuese de su agrado.

Ésta vez Kagura había llegado con un solo objetivo en mente. Se acercó lentamente a él. Su mano acarició suavemente su mandíbula y depósito un casto beso en sus labios húmedos de vino.

Se colocó a horcajadas sobre él, abriendo las piernas lo suficiente para poder rozar su sexo contra su pene ya erecto. Naruku ahuecó su sólido trasero con sus manos y apretó la carne con esmero.

— Te extrañé tanto — balbuceó para después lamer el lóbulo de su oreja izquierda.

Comenzó a ondear sus caderas a un ritmo lento pero satisfactorio para ambos. La mujer se comportaba como una gata insaciable. Y eso era lo que lo volvía loco.

Kagura era una bestia sin frenos en la cama. Devoraba todo a su paso como un incendio forestal.

De un ágil movimiento se bajó el escote del vestido y sus tetas dieron un respingo al quedar libres de la tela que las sujetaba. Lo tomó del cabello y le arremetió el rostro contra ellas. Naraku jadeaba como un poseso, chupando, mordiendo sus pezones.

—¡Oh, si! ¡Así!

Kagura comenzó a mover sus caderas con más fuerza. Su sexo se refregaba contra la polla dura de su querido hermano. Mientras que Naruku se deleitaba con sus enormes tetas.

Se separó un poco y con desesperación comenzó a quitarle el cinturón. Le bajó la bragueta del pantalón, luego el boxer y como una mendiga ansiando una miga de pan se prendió de su polla.

Naraku echó su cabeza hacia atrás y la tomó del cabello para marcar el ritmo deseado. Chupaba su glande con esmero. Su lengua barría todo el contorno. Kagura se deshacía en placer. El gorgoteo en su garganta nublaban los sentidos de su hermano.

— Nena, vas a matarme — expresó próximo al derrame.

— Dámela — exigió para después chupar sus bolas tensas.

 Una Esposa Para El Rey © 👑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora