8 - 𝘛𝘦𝘯𝘵𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯

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Kagome se encontraba en el balcón de su habitación. Veía el cielo estrellado con nostalgia. Era la única forma en la cual podía hacer contacto con el exterior ya que desde su llegada al palacio ya no contaba con libertad y su vida se hallaba en las manos del monarca.

Desde ese día, no había vuelto a saber nada de Sesshomaru y Rin por más que intentaba conseguir un poco de información para ella, no le resultaba tan sencillo puesto que, por órdenes del consejero, no tenía permitido abandonar el ala norte del palacio.

Kagome se sentía cada vez más frustrada. Por más que intentaba no lograba comprender las acciones de su rey. Sesshomaru era un hombre de personalidad impenetrable.

Ese día, había cerrado los ojos y esperó a que toda la furia del hombre cayera sobre su espalda pero el látigo nunca llegó a rozar su piel.

Había algo, un sentimiento, una emoción, una sensación. Kagome no podía discernir con claridad qué era ese brillo en la mirada del rey pero de lo que sí estaba segura es que no le era indiferente.

Sesshomaru le atraía y mucho. Deseaba descubrir qué había detrás de ese rostro imperturbable. Quería probar qué tan fuerte era su máscara de indiferencia.

Un mes, un mes en el palacio y su situación aún no se resolvía. La desesperación por saber qué pasaría con ella le carcomía las entrañas. El actuar impredecible del rey no le ponía las cosas fácil.

Dispuesta a averiguar se adentró a la habitación y habló con Rin. Lo que quería hacer no sería tan sencillo puesto que los guardias no se apartaban de la puerta ni un solo instante pero Rin sí podía salir en cualquier momento. El reloj marcaba las ocho de la noche. Kagome pensó en todas las desventajas que tenía pero no se acobardó.

Habiendo entendido a la perfección el plan, Rin abrió la puerta. Kagome no dudaba de sus capacidades. Rin era una jovencita agraciada y amable. La mujercita de ojos avellanas se acercó a uno de los guardias. Este le miró con el cejo levemente fruncido.

— ¿Pasa algo? — cuestionó cabreado por la extraña actitud de la joven.

Rin miró de soslayo al otro guardia. Ese era más alto y fornido. Su mano izquierda reposaba en el mango de la espada que cargaba en el cinturón. Pasó saliva con dificultad. Si las cosas no salían como kagome lo había planeado era más que seguro que las dos iban a terminar en la horca a primeras horas del día.

Rin actuó rápidamente. Se lanzó contra el guardia y le propinó un rodillaso en su entrepierna. Este cayó de rodillas al piso quejándose del dolor y maldiciendo a la joven. Entonces, con un jarrón en las manos, kagome se acercó al otro por la espalda y le golpeó con fuerza la cabeza. El jarrón se quebró y el guardia cayó inconsciente al piso.

Kagome tomó al otro, al que Rin había golpeado, por la clavícula y presionó hasta que desfalleció. No lo pensaron ni un segundo y salieron corriendo por el largo pasillo iluminado. Ambas iban descalzas para tratar de hacer el menor ruido posible. La descarga de adrenalina las instó a seguir corriendo hasta llegar a la salida principal.

Kagome se detuvo y se escondió detrás de un pilar. Un guardia, encargado de la vigilancia nocturna doblaba el pasillo. Ambas esperaron a que este estuviera lo suficientemente lejos para continuar con la huída.

Entrar a la torre principal donde se encontraba la habitación real no sería fácil por lo tanto Rin se tuvo que separar de kagome para llamar la atención de los guardias que vigilaban la puerta. Trató de cubrirse lo mas posible con la capa negra que usaba y corrió hacia el jardín. Al ver el extraño bulto corriendo hacia los árboles los guardias corriendo detrás de el.

Kagome quien permanecía detrás del tronco de un grueso árbol al ver que los guardias se alejaban corrió hasta la puerta, sujetó la manija con manos temblorosas y empujó con fuerza. Ya estando adentro, se quedó recostada a la pared por unos segundos. El corazón le latía tan rápido.

 Una Esposa Para El Rey © 👑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora