14 - 𝘚𝘶𝘱𝘳𝘦𝘮𝘢𝘤𝘪́𝘢

162 25 8
                                    

Todos los habitantes de las tierras del Oeste albergaban suposiciones, dudas e interrogantes en sus mentes. 

Sabían que todas esas historias narradas de generación en generación no solo eran productos de la imaginación de algún desdichado que vagaba por el mundo sin rumbo fijo. Alguien tuvo que haberlos visto con sus propios ojos y oírlos con sus propios oídos.

La raza de grandes perros demonios existían desde tiempos inmemoriales. Muchos de ellos se mezclaron con deidades celestiales procreando nuevas generaciones; más peligrosa, más letal.

El matrimonio Taisho ocultó su verdadera identidad, su historia por décadas pero Inu no sabía que en algún momento en la vida de su hijo, ese ser que habitaba en él, despertaría con sed de sangre, perturbado por el deseo de venganza y en la búsqueda de supremacía.

Sesshomaru tenía quince años cuando por primera vez escuchó la voz de su criatura. Fue tanta su sorpresa que hasta llegó a creer que se estaba volviendo loco. Aquella gutural voz le crispaba la piel y le causaba un temor desmedido. Siendo tan solo un adolescente que su única preocupación era adoptar el carácter y las convicciones de su padre, creyó que algo malo crecía en su interior.

Conforme el tiempo fue pasando el temor fue mermando y la situación en la que se encontraba se fue aclarando poco a poco en su interior. Yako, su otra parte, era de pocas palabras pero directo. Era un ser que actuaba por instintos.
Impulsivo, irracional y radical.

Yako no encontraba en el exterior algo que fuese lo suficiente interesante. Los humanos eran tan aburridos ante sus ojos. Él los llamaba costal de huesos y pellejos.

La mayor parte del tiempo dormía pero podía percibir todas las emociones de su contraparte. Y fue en ese preciso momento, en que, el corazón del rey se alteró desmesuradamente en su pecho, supo que ese interés que siempre había buscado, fue encontrado.

Yako se removió inquieto en su interior. Veía a través de los ojos del rey a la hembra que desde ese momento sería su nuevo motivo para joderle la existencia a Sesshomaru.

La lucha interna que batallaba Sesshomaru con Yako, era algo que no había hablado con nadie. Ni siquiera a sus padres. Era su más grande y único secreto.

El actuar impredecible de Yako lo enojaba de sobremanera. Le jodía que actuara como un chiquillo caprichoso y altanero. Aquella vez cuando quiso castigar a la humana no se lo permitió. Lo amenazó con devorar a todos los sirvientes del palacio. Sesshomaru no le temía pero cómo iba a explicar tal masacre.

Tuvo que soportar en silencio las burlas, las palabras llenas de sátiras por parte de Yako pues estando en su interior era el único que sabía de la existencia de aquellos sentimientos que la mujer había despertado en él sin embargo, por primera vez ambas partes coincidían.

Sesshomaru estaba dispuesto a acabar con todo aquello que le fuese un obstáculo o una amenaza y Yako no se quedaría quieto hasta que el último enemigo cayera al suelo, sin vida.

Kagome seguía sin despertar a pesar de los esfuerzos que hacía el doctor Siokotsu al crear las medicinas. El atentado que recibió el pobre hombre al salir de su casa alertó a Sesshomaru y desde entonces lo ha mantenido resguardado en el palacio junto a su familia.

Sesshomaru eliminó a más de mil soldados de su ejército. Todos, de una forma directa o indirecta, habían ayudado al guardia que intentó matar al doctor. Las advertencias eran claras y el rey no se iba por las ramas mucho menos se retractaba. Si no sabías dar una buena respuesta, te cortaba la cabeza, así de sencillo.

Sesshomaru había llegado a un punto de quiebre en donde ni siquiera su existencia le importaba. El consejo ni siquiera daba la cara. Ningún viejo quería perder la cabeza a manos de un ser sádico y diabólico.

 Una Esposa Para El Rey © 👑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora