9 - 𝘌𝘯𝘵𝘳𝘦𝘨𝘢

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𖤌𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒍𝒆𝒎𝒐𝒏𖤌
...

Su aroma, el calor de su piel y la suavidad de esta, lo estaban volviendo loco. Sesshomaru no podía ni pensaba en alejarse de ella. Su cuerpo la ansiaba desde el primer día que la vio entrando a la sala del rey.

El vaivén de sus caderas al caminar, el subir y bajar de su pecho. El como abría sus labios para poder respirar. La intensidad en su mirada. Aquellos ojos azules que sin desearlo lo habían convertido en un esclavo para su deleite y adoración.

Sesshomaru no había perdido de vista ningún gesto, ninguno de sus movimientos. Kagome era la doncella más bella que en toda su existencia había conseguido mirar.

Y en ese momento la tenía justo bajo su cuerpo, con las piernas abiertas y su sexo virginal listo para él.

Pocas cosas en la vida lograron desestabilizar su carácter estoico. La primera; fue la muerte de su padre y la segunda; la existencia de una mujer que sin mover un solo dedo, logró lo que muchas desearon pero que no lograron a pesar de tantos intentos y deseos fallidos. Toda la atención e interés del rey convergían a su alrededor.

Para él todo en ella ameritaba su entera atención por muy banal que fuese el gesto o la acción y por ello le huía. Le aterraba de sobremanera la forma en que la mujer se colaba en su sistema, en cada célula de su cuerpo. Acaparaba su mente y era la protagonista de sus sueños más torcidos. Kagome era la culpable de aquel derrame en sus sábanas. Kagome era la culpable de que su cuerpo repeliera el tacto de otra mujer. Kagome se había convertido en una debilidad.

Sesshomaru por más que se negó a los deseos de su carne, por más que intentó alejarse lo mayor posible, se quedó sin fuerzas de voluntad o es que todo era una simple excusa que su mente creaba para no hacerlo ver como un completo necesitado.

El sabor de su boca dansaba en la punta de su lengua. El beso húmedo despertó un torrente de emociones que se agolparon en su pecho.

Nació la imperiosa necesidad de poseerla, de reclamarla como suya aunque ya lo fuese. Sus suaves y pequeñas manos recorrían su abdomen con lentitud. Sesshomaru cerró los ojos y se permitió disfrutar de su toque electrizante.

Kagome lo veneraba con cada toque, sin prisas, sin interrupciones. Sus yemas dibujaban el contorno de cada músculo fuerte. Sesshomaru era poseedor de una belleza inmaculada. Si no fuese porque lo tenía justo sobre su cuerpo creería que todo lo que ocurría era parte de un letargo. Su rostro jovial, de piel blanquecina resplandecia ante tantas emociones que lo envargaban. Las mejillas femeninas habían adquirido un rubor intenso.

Kagome deseaba ese momento tanto como su rey. No había una sola parte de su cuerpo que no lo ansiara. Las sensaciones que su cercanía le despertaban eran nuevas pero exquisitas. Le rodeó el cuello con sus brazos y lo atrajo hacia ella para luego unir sus labios en un profundo, húmedo y delicioso beso que le arrancó un jadeo al monarca. El sonido tan ronco, tan varonil, murió contra sus labios hinchados y rojos.

Con suma lentitud fue besando su barbilla, descendió por su cuello, su clavícula, hasta llegar a uno de sus carnosos montículos. Sacó la punta de su lengua y lamió despacio el pezón erecto. Kagome presa del placer que su lengua húmeda le generaba, dejó escapar un gemido entrecortado. Sus manos temblorosas se aferraban a su largo cabello.

Sesshomaru lamia, mordía y succionaba con pericia. Mientras se prendía de uno con su boca al otro lo estrujaba, lo acariciaba con su mano. Eran tan grandes y firmes... Una completa delicia. Se prendió de ellos con una necesidad urgente, desesperante. Como un bebé hambriento de días.

 Una Esposa Para El Rey © 👑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora