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—¿¡Pan yakisoba!? —asentí sonriendo y sus facciones me aclaraban que fue una buena opción.

Sana me había comentado de sus platillos favoritos hace poco, y no sabía realmente cual le emocionaria más comer. Terminé eligiendo algo simple, y veo que fue lo mejor.

—¡Gracias, unnie!

Sus brazos no tardaron en atraparme fuertemente para después volver con su comida y devorarla. Se veía muy hambrienta.

—No puedo dejar de comerlo nunca. —comentó muy alegre sin dejar de comer. Verla disfrutarlo fue algo muy fascinante.

Todas las facetas que no había visto de ella me encantan, me enamoran más de su persona.

—Te creo. ¿Quieres...? —fui interrumpida cuando tocaron la puerta. Miré a Sana y ella a mí, confundidas. Momo avisaba cuando venía aquí, o simplemente entraba porque ella tenía una llave— No, yo voy. Sigue comiendo. —dije cuando la vi levantarse para ir a ver quién era.

Sana asintió regresando a su lugar, pero jamás dejó de mirarme. Su mirada la podía sentir sobre mi mientras caminaba hacia la puerta.

Era extraño que alguien viniera aquí. No había pedido servicio a la habitación y había respetado las normas que el hotel imponía. Además que no conocía a nadie en este lugar para que viniera a visitarme y mucho menos a Sana.

—S-señorita Park, disculpe la molestia...

Moví mis manos restándole importancia a las formalidades. Lo que menos quería era que se extendiera con disculpas que no valían la pena.

—Gerente, que sorpresa. Pase...

—No, no. Seré breve. —carraspeó, sacando un papel de su bolsillo para extenderlo. Creí que me lo entregaría, pero busco unos lentes y empezó a leer— De acuerdo a la ética y buena imagen del hotel, amablemente le pedimos que se vaya de nuestras instalaciones esta misma tarde...

No dejé que terminara de hablar cuando le arrebate dicho papel y leer yo misma la tontería que estaba soltando. Mi ceño se frunció cada que iba comprendiendo el asunto y tuve que apretar mi mandíbula para no maldecir en alto cuando lo miré.

Su aspecto era sumiso y asustadizo por como sus manos no se quedaban quietas. Parecía que en cualquier momento iba a salir corriendo.

—¿Protestas? —pregunté inexpresiva.

El hombre palideció. No comprendí porque estaba tan asustado de mi presencia.

—Yo comprendo que ya esté limpia de lo que se le acusaba, pero... la mayoría de los inquilinos exigen que... bueno, se vaya de aquí... —habló tan rápido que parecían balbuceos apenas entendibles.

Creí que un gerente era de actitud imponente. ¿Por qué este hombre parecía que se iba a mear en cualquier momento?

Dejé de tener la atención en él y volví a tener atención en el papel. No podía creer lo que estaba leyendo. ¿Cuando llegaron tales protestas? Aún cuando estaba casi en el último piso al menos alguna queja debió llegarme en la noche.

—Señorita Park, espero me disculpe, pero... necesito que se vaya de aquí.

Hice bola el papel y lo pegué contra el pecho del hombre, haciendo que se sobresaltara por tal brusquedad.

—¡Unnie ¿Quien es?! —gritó Sana desde la cocina, haciendo que mi mandíbula se apretara.

La vida no podía joderme tanto ¿o si?

El hombre me miraba con miedo, esperando una respuesta obviamente positiva. Era una jodida exigencia. No me estaba consultando si podía irme, me estaba echando.

Inocencia | Sahyo G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora