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Actualidad.

Odio mi vida.
Odio mi casa.
Odio toda la maldita ciencia que existe.

Pero de todas las cosas que más odio en todo el mundo, Aidan está en el puesto número uno por toda la vida.

Ese humano que es más robot que cualquier otra cosa, no ha hecho nada en toda su vida que no sea siempre persiguiéndome como una sombra por cualquier parte de la casa, de la escuela, del jardín, el único espacio donde tiene prohibido pasar es a mi habitación, donde agradezco al infinito, por papá que por lo menos cambió ligeramente esa regla. Y lo específico porque he tratado de cambiar más, pero es imposible, con él nadie puede negociar, a excepción de mamá.

Que también es un caso perdido para mí.

Cada noche sueño con haber nacido en otra familia más normal y menos científica, no es que me aburra todo lo que hacen mis papás, confieso que es grandioso y que se necesita un buen cerebro para memorizar todo lo que hacen, no puedo decir lo mismo de Aidan, la maquina inerte que siempre tiene cara de todas las cosas que piso con la suela de mis zapatos.

Quizá por eso lo odio tanto, porque parece o más bien, él no puede sentir nada, nunca, durante todos los años que ha vivido bajo el mismo techo que yo, no lo he visto sonreír o escuchado reír, jamás en la vida habla más de lo que mamá o papá le preguntan.

Y sabe que conmigo no obtendrá algo más que las mismas peleas, porque me comporto igual que él cuando ya lo siento a mi lado, hombro a hombro.

He tenido retortijones en toda la noche de tan sólo pensar que ahora que tuve otra oportunidad de conocer y rodearme de gente nueva, quedará arruinado por la presencia del robot, toda la preparatoria fue así, nadie se quería juntar conmigo por tener un chico que me sacaba dos cabezas de altura, a pesar de que tengo la estatura promedio entre las chicas, que hablando de ellas, para lo único que se acercaban a mí era para decirles que cosa era él de mí y por qué no lo podía dejar en paz un rato para que ellas pudieran hablar un poquito y conocerlo más a fondo.

Tonterías, si hubieran sabido que él era quien no podía dejarme en paz un poquito, todo su enamoramiento se les esfumaría en segundos. Así que decidí que no iba a arruinarme mi nueva experiencia, en la universidad mi objetivo (además del graduarme para entregarles lo que han anhelado mis papás) es vivir mi vida sin más restricciones, me enamoraría de verdad y tendría todos los novios que me he limitado a sólo anhelar en películas y revistas, y uno que otro de la preparatoria que al final resultaron ser todos unos imbeciles.

Aprendería a vivir y para hacerlo debía dejarle en claro el nuevo horario al robot y saber su nuevo lugar en esta nueva etapa para mí.

Con la mochila puesta, abrí la puerta de mi habitación para encontrármelo frente a mi cara con su mismo gesto inexpresivo como si pareciera que también odiara estar conmigo, ganas de decirle que no es el único con ese sentimiento, pero no, incluso para mí es muy temprano para discutir, ni siquiera tengo la fuerza suficiente para pensar en como defenderme si es que se atreve a retarme.

Lo empujé para abrirme paso y rodeé los ojos al escuchar como bajaba las escaleras a la misma velocidad que yo— ¿Qué no te aprendiste tus nuevos horarios?— solté al aire— después de las ocho de la mañana ya puedes volver a ser mi sombra, por mientras, déjame en paz.

— Técnicamente ya son las ocho.

— Son las siete...— miré mi pantalla, y sí, faltaba un minuto para las ocho— ¡Maldita sea! Llegaré tarde por tu culpa.

— Debiste aprenderte tus nuevos horarios— soltó con el mismo tono con el que yo lo ataqué.

— ¡Shea, ya sabes que debes hacer antes de irte!— mamá salió de su laboratorio como de costumbre.

La Creación Perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora