14.

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Aidan.

Mi cuerpo me reaccionó cuando sentí que Shea estaba de nuevo sobrepasando su límite de estrés, tenía que dejar de ver lo que ya sabía que era porque el olor de esta habitación era idéntico al de mis pesadillas.

Si ella comenzaba a sangrar de nuevo podría morir y yo no sería capaz de soportar que muriera por mi culpa.

Ella fue la razón por la que yo pude seguir soportando las descargas de menor nivel que dejó su padre durante los días que llevaba acá abajo. Tomé su mano e hice que me mirara a mí.

— Debemos salir antes de que él vuelva— pegué mi frente a la suya.

— Tenemos que salvarlos... ellos van a sufrir lo mismo que tú si no los sacamos...

— No podemos— apreté mis ojos para alejar el recuerdo amargo— ellos... están en prueba ya.

— ¿Qué? — su voz desapareció, sólo sentí su vapor salir contra mi cara.

— Aquí es donde ellos nos...— inspiré fuerza o de nuevo nos caeríamos al suelo— examinaban con las pruebas y descartarían a quienes su sangre no sea fuerte para vencerlas.

La vi por primera vez desde que llegó a la cabina y sus ojos escocían de lágrimas, por eso la sensación de la espiral por todo mi cuerpo de las gotas heladas me atormentaba.

Yo sabía que tenía más preguntas, las tendría también si después de dieciocho años apenas me enterara sobre la verdadera realidad de las cosas que creía que eran normales.

Pero no teníamos tiempo, empecé a guiarla con ayuda de mis vagos recuerdos ya que una vez que entrabas aquí sólo tenías dos maneras de salir, muerto o a punto de morir.

Su voz de alivio me calmó los latidos cuando dijo que veía su mochila y las escaleras iluminadas a solo unos metros de nosotros.

Pude hacerlo...

— Espera, volveré por el punzón— me dejó a unos pasos de los escalones, por la forma en la que corría supe que estaba lastimada, mucho para guardarse las muecas de dolor cuando estaba yendo de regreso con lo que yo mismo le quité de las manos para poder salvarla a tiempo.

— No lo hagas, cero-cero— volteé a la puerta de donde veníamos, era Elijah con el cabello desordenado por venir corriendo para detenernos— sabes que si lo hacen no sobrevivirán.

— Esta vez no dudaré en clavártelo si sigues avanzando— ella se puso frente a mí— las personas sabrán lo que son tú y Verena si nos impides irnos— sin quitarle los ojos a él, levantó la mochila y se la colgó— nada va a ser suficiente para que Aidan siga obedeciendo tus órdenes.

— Shea, digo la verdad, él puede decírtelo— su suela de su zapato rechinó con el piso cuando dio un paso cauteloso— no sobrevivirán si salen de esta casa y yo no estaré dispuesto a dejar ir a mis creaciones.

— ¡Deja de llamarnos así! — tomó el portasuero y se lo aventó, haciendo que retrocediera para evitar el golpe— Aidan ni yo te pertenecemos...— me rodeó la cintura para ayudarme a subir el primer escalón— ni tampoco todos esos niños que tienes en prueba.

Quería dejar de sentirme inservible, yo era quien debía protegerla ahora, donde más me necesita, pero hasta subir unos simples escalones me costaba la energía que no dudé en dársela a Shea para que despertara.

En un parpadeo Elijah aventó el portasuero lejos de su camino, alcanzó a tomar de la mochila a Shea y la tiró tal cual fuera otra persona y no su propia hija.

La Creación Perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora