11.

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Shea.

Desde el sábado que desperté ya habían pasado dos días sin tenerlo cerca, ni tampoco con una muestra de que estuviera bien y me sirviera para tranquilizar mis nervios que no me dejaban disfrutar la comida que me servían o dormir por lo menos quince minutos de las eternas noches.

Toda la fachada desinteresada se me desmoronaba cada que subía las escaleras y veía a lo lejos la puerta de su habitación cerrada, temía que tardara más en aparecer como lo hacía en las vacaciones que se tomaba cada año y de nuevo tuviera que empezar desde cero.

Por primera vez no lo quería.

Cuando mi alarma me asustó por quedarme viendo el filo de la puerta y notar si habría un movimiento de sombra silencioso en toda la madrugada, tuve que seguir sin preguntarles en dónde se había escondido el robot, en lugar de eso tuve que demostrarles mi cara de alegría por poder ir a la escuela por primera vez sin su constante presencia que ahora me hacía tanta falta.

— ¿A qué dios tengo que agradecer esta mañana? — chisté esperando que las revisiones mañaneras se acabasen— por fin escucharon mis plegarias y me quitaron de encima a Aidan...

— Buenos días, Shea— no sentí el pinchazo para recolectar la gota de sangre habitual por escuchar a mis espaldas su voz que anhelé este fin de semana.

— Acabé, apresúrate o llegarás tarde— mamá me dio un beso en la frente y alisó un lado de mi cabello.

— Ya decía yo que mi día era muy perfecto para ser real— refunfuñé con todas las ganas reprimidas de abrazarlo y besarlo justo cuando me di la vuelta y lo vi de frente con su mismo rostro inexpresivo y la falta de tacto cuando hablaba con alguien.

Cerramos la puerta a nuestras espaldas y continuamos la mitad de camino en silencio, ninguno miraba al otro, el ambiente parecía idéntico a cuando lo forzaba a poner la barrera inquebrantable llena de odio, repulsión, ira, aborrecimiento.

Todo lo contrario que me hiciera dejar de sentir lo que no fui capaz de reprimir más tiempo, provocando que el aire le abandonara los pulmones cuando lo abracé fuertemente con la esperanza de que siguiera siendo mi mismo robot o sin duda lloraría con la vida por haberme arrebatado algo que comenzaba a quitar la monocromía de mis días vacíos y lo aburridos que han sido.

— ¿Dónde estuviste todo este tiempo? — mi mejilla se aplastaba cada vez más en su pecho— de nuevo te desapareciste de la faz de la tierra como lo haces en esas dos semanas que temí que volvieran a pasar ahora que todo comenzaba a... ¿Aidan?— lo miré por lo rígido que respondió a mi abrazo y lo silencioso que se mostraba.

— Dime, Shea— neutro respondió.

— Por favor, dime que no fue un maldito sueño lo que sucedió en el espectáculo de los globos ni mucho menos lo de esa misma noche en tu habitación— me separé inundándome de nervios temerosos por escuchar su respuesta— cuando desperté la mañana del sábado no entendía como es que vivía ese día si amanecimos juntos la mañana del miércoles, luego esperé a que regresaras para preguntarte que significaba todo esto, pero tú nunca apareciste hasta esta mañana...

Mis palabras salían más rápido de lo que yo las pensaba.

— No pude haber vivido un sueño, lo de mi habitación sucedió— continué— fue tan real como para que tu vengas y aparentes ser el estúpido robot que he odiado que seas...

— Fue real todo— confesó con sus dedos subiendo a mi hombro— sólo necesitaba prevenirme antes de actuar— me abrazó sin limitar su fuerza, la forma en la que su cuerpo me quería sentir era el resultado de la falta que le hizo mi ausencia también— ¿Es malo extrañar? Porque lo hice mucho, te extrañé.

La Creación Perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora