10.

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Shea.

Sentía mi cuerpo diferente esta mañana, no con dolores internos ni molestias. Era por Aidan que me mantuvo abrazada toda la noche hasta ahora.

La sensación de una presencia de alguien más presionandome la espalda y rodeándome con sus brazos la veía muy lejos de que me sucediera a mí, pero este día supe que ya no tendría que idealizar con ese sueño nunca más porque él ya lo ha cumplido.

Y sé que lo cumplirá todas las veces que yo se lo pida aun cuando mis papás estén aquí.

Porque ha hecho más cosas de las que ningún otro chico haría por mí. Ni siquiera de los que me he enamorado y he fantaseado serían igual al robot que toda mi vida he amado debajo del odio que le he demostrado.

Volteé un poco por el suspiro largo que soltó, verlo de cerca fue otra punzada en el pecho de que había hecho lo correcto al confesarle lo que ya no podía dejar pasar, apreciarlo me hizo caer en cuenta que ya jamás sería capaz de ponerlo en el puesto número uno de las cosas que odio, ni siquiera su nombre estaría en esa lista.

Dejé de respirar cuando me pegó más a su cuerpo con una fuerza nula y una sonrisa débil a causa de lo que fuera que estuviera soñando. Algo que ayer sin duda fue lo que detonó mi interruptor cuando sonrió por primera vez en toda su vida.

¿Y su risa? Fantaseé como una niña pequeña cuando reía sin parar por la guerra de cosquillas, a lo mejor por eso decía que las risas de los demás chicos eran perfectas porque trataba de visualizar a Aidan reírse de esa forma y me gustaba lo que mi imaginación me mostraba.

Pero una vez que escuché la suya, las demás no estuvieron ni cerca de ser magnificas. Rocé la punta de su nariz con mi punta antes de pararme y prepararle algo de desayunar por primera vez antes de que él lo hiciera por mí.

Así de feliz estaba por tener algo distinto que me sacara de la ciencia que me rodeaba siempre por donde pasara. No me fui sin antes tomarle su playera del suelo para cubrirme y verlo como seguía dormido como un bebé sin darse cuenta de que yo ya estaba lejos de él.

Bajé las escaleras con un pantalón suelto de tela y con el cabello todavía desordenado, mi atención no pude quitarla de todo el desastre que seguía en la sala con mis libretas y los diarios esparcidos por el suelo, miré hacia las habitaciones y a la sala consecutivamente hasta que opté por ordenar primero y luego prepar algo para ambos.

Apilé todo en una enorme torre pesada, claramente no quería dar doble vuelta en dejar y traer, y menos si debía entrar a su laboratorio casero. Pujando, deslicé con mi pie la puerta del jardín y a pasos ciegos fui hasta el laboratorio con sus mismas luces parpadeantes de las películas de terror justo antes de que el asesino en serie salga de su escondite y te quite la vida.

O simplemente sea algo de un laboratorio viejo, común y corriente como el de mis papás y ya. Con mi pie derecho estaba buscando la mesita rodante que había visto antes, necesitaba descansar del peso y también ayuda para devolverlos en su lugar sin que hubiera una prueba de que yo los tomé.

Giraba suavemente para ver qué tan lejos estaba de mí o en dónde carajos Aidan la había puesto porque con lo poco que la pila me dejaba ver, no había un rastro de la dichosa mesa.

El equilibrio me venció y terminé tirando los viejos diarios por todo el suelo del laboratorio, maldije en todos los idiomas posibles por tener que recogerlos de nuevo como si lo que había hecho en la sala no me hubiera cansado lo suficiente.

La Creación Perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora