Todas las historias de amor que nos han sido contadas durante años empiezan en un lindo día soleado. Se habla de un día perfecto, con clima agradable y un sol brillante entre las nubes blancas y el cielo azul, aunque nunca demasiado caliente incluso con la probabilidad de poder escuchar a los pajarillos cantar una dulce tonada desde la cima de un árbol frondoso para dar un mejor ambiente a toda la romántica situación.
En definitiva, no todos pueden contar una historia de amor, aunque ese no es el caso para Gerard. Él tiene una historia de amor que desea contar, pero esa historia no comenzó en uno de esos bellos días, empezó en uno que era todo lo contrario a lo que podría esperarse en realidad.
Una fuerte tormenta rompía el cielo de Nueva York, desgarrándolo y dejándolo desangrarse sobre la ciudad, cubriendo cada centímetro con frías gotas de lluvia. Los filosos truenos hacían vibrar las ventanas de cristal que lo protegían de la lluvia y de aquel viento que azotaba la calle sin piedad pero que al mismo tiempo le permitía ver el cielo, era algo para apreciar a pesar de la inmensidad de la precipitación. En la televisión reportaban que algunas calles y el subterráneo de la ciudad estaban inundados por lo que transitar por las calles era imposible y el servicio del transporte había sido suspendido.
Afuera todo era un caos, pero dentro de la tienda estaba a salvo y la cafetería estaba vacía a excepción de él mismo, mantenía las noticias como un ruido de fondo para no sentirse demasiado solo mientras su lápiz se deslizaba gentilmente sobre sus hojas, trazando un dibujo en el que intentaba capturar el momento, ilustrando la lluvia y las calles desoladas que permanecían en el ambiente. No había nada de qué preocuparse, al menos no lo había hasta que otro chico joven entró en su campo de visión cuando alzó su mirada, llamando su atención y haciendo que las alarmas en su cabeza se encendieran.
Reconoció a Frank, el chico de la florería de al lado, pero no entendía qué estaba haciendo afuera en medio de la tormenta, aunque era claro que no lo estaba disfrutando.
Su corazón era demasiado bueno cómo para dejarlo afuera con el cielo cayéndose a pedazos así que ni siquiera se lo pensó. Simplemente se acercó hasta la puerta con pasos rápidos y seguros hasta que quitó el seguro.
Frank le sonrió cómo si intentara agradecerle por abrir y apiadarse de su estúpido trasero, pero Gerard se apresuró para tomarlo del brazo y jalarlo al interior de la tienda, volviendo a cerrar la puerta y poner el seguro en un santiamén para que ambos pudieran estar a salvo en el interior.
—Cielos, es una locura ahí afuera —Comentó Frank mientras miraba un momento al exterior, ¿cómo siquiera había sobrevivido ahí afuera?
—Lo sé, las calles se están inundando —Se dio la vuelta y caminó a la trastienda en búsqueda de cualquier cosa que le sirviera para que el florista pudiera secarse.
Lo único que pudo encontrar fueron toallas de papel así que tomó uno de los paquetes para volver y entregárselo un poco avergonzado, aunque a Frank no parecía importarle, simplemente las tomó para secar su rostro.
—Tengo ropa seca en mí mochila, puedo traerla si lo necesitas —Frank se limitó a asentir así que volvió a la trastienda.
Sacó de su mochila un suéter de color gris que poco después acabó en las manos del tatuado y cuando termino de mostrarle en donde se encontraba el baño lo vio entrar para cambiarse.
(...)
—¿Qué hacías afuera? —Quiso saber mientras ambos tomaban asiento en la misma mesa de la cafetería en la que Gerard había estado sentado antes, su cuaderno permanecía abierto sobre ella.
—Disfrutando del buen clima —Bromeó—. Intentaba entrar a mí tienda, pero creo que perdí las llaves, mi abuela va a matarme cuándo se entere de eso... Por cierto, gracias por dejarme entrar.
ESTÁS LEYENDO
𝕴𝖊𝖗𝖔𝖜𝖊𝖊𝖓 | 𝕱𝖗𝖊𝖗𝖆𝖗𝖉
FanfictionOne Shot's Frerard inspirados en temáticas relacionadas a Halloween para conmemorar el Ieroween.