𝕳𝖆𝖑𝖑𝖔𝖜𝖊𝖊𝖓 𝕮𝖔𝖋𝖋𝖊𝖊

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Su vida como profesor se había vuelto un poco ajetreada en el último año. Había recibido varios grupos más que ahora estaban a su cargo y sus horas de trabajo habían aumentado considerablemente así que pasaba gran parte de su día dando clases y el resto en su departamento, mimando a sus dos gatos.

Lotion y Mitch eran verdaderamente un desastre, pero amaba a ese par, no podía imaginarse viviendo sin ellos. Iluminaban su vida y hacían que cada larga jornada valiera la pena al volver a casa y que ambos maullaran para intentar llamar su atención.

Tenía una vida generalmente tranquila. Sus mayores preocupaciones eran sus gatos y su empleo así que le iba bien. Había logrado obtener una vida de la podía disfrutar sin tener que dar explicaciones a nadie, era feliz así y no pensaba cambiarlo por nada. Tenía un buen empleo, sus gatos estaban con él y les dedicaba su tiempo libre a ambos, así como a él mismo.

Algunos de sus familiares solían mencionar lo "bueno que fuese si pudiera conseguir alguna pareja". Esperaban que se casará en algún punto, pero eso no era vital para Gerard, buscar una pareja ni siquiera estaba en la lista de cosas importantes para él. No era una meta ni nada por el estilo.

No era porque tuviera odio a las personas, sino que simplemente no sentía la necesidad de salir con alguien de esa manera. Le gustaba su vida como era y antes había tenido un par de malas experiencias que tampoco ayudaban mucho.

Envejecer solo y rodeado de gatos no sonaba como un mal plan. En algunos años más tal vez podría jubilarse y tener el dinero suficiente para comprar una casa lejos de la ciudad en la que podría tener un par de gatos más, eso sí que era una prioridad para él, todo un suelo al decir verdad.

Hasta que Frank entró a su vida, quebró sus barreras y entró a su corazón de manera atropellada. Su vida tuvo un giro una mañana de octubre.

Era un domingo, las calles estaban menos llenas de lo usual, aunque aún había personas afuera la mayoría se preparaba para recibir el lunes al día siguiente. Había decidido que quería dar una caminata, explorar un poco pues había pasado un tiempo desde la última vez.

Así fue como se encontró con una cafetería nueva o que al menos a él le parecía nueva pues nunca la había llegado a notar. La decoración de Halloween podía verse desde el exterior y lo atrajo entrar. Era aún mejor en el interior.

El lugar estaba completamente ambientado en Halloween. La iluminación era apenas la necesaria y de un tono cálido. En cada rincón del lugar había telarañas decorativas, colocadas cuidadosamente, calabazas, fantasmas, murciélagos, arañas, esqueletos y todo lo que se podría imaginar.

Se encontraba tan bien distribuido que era cautivador y cada detalle era entretenido.

Se sentó en una de las mesas, completamente encantado con el nuevo lugar que había descubierto. Tan pronto como lo hizo, el menú llegó hasta sus manos. Tenían una sección completa con postres de la temporada, todo era temático y eso lo enamoró aún más del lugar.

Se encontraba tan inmerso en la selección que tenía disponible que ni siquiera noto cuando el mesero colocó en la mesa un plato con galletas decoradas como murciélagos y fantasmas. Se decidió por una rebanada de pay de calabaza que lucía bastante prometedor y cuya decoración de murciélagos también tuvo influencia en él y lo acompañó con un latte que presumía una telaraña como decoración en el mismo café.

Tuvo que esperar unos minutos para que su orden llegara hasta su mesa. Cuando finalmente lo hizo, el hombre que lo atendía colocó gentilmente el postre de calabaza en la mesa y al intentar hacer lo mismo con el café, sus manos se encontraron en un pequeño accidente, pero le bastó para poder sentir lo suaves que sus manos eran y como una corriente eléctrica hizo que su pulso se disparase.

Gerard lo miró, genuinamente avergonzado pues había sido culpa suya el intentar tomar el café cuando el otro hombre no había retirado su mano aún. No llevaba el uniforme, en su lugar lucía una camisa con las mangas hasta los codos y unos pantalones negros que lo hacían ver formar. Sus tatuajes eran visibles y tenía los ojos marrones.

—Lo siento.

—No te preocupes —Frank le dio una sonrisa amable y se retiró para dejarlo disfrutar de sus alimentos.

Desde ese día Frank se metió en su vida y nunca volvió a salir. Tampoco esperaba que lo hiciera.

Frank había resultado ser el dueño de la cafetería. Era una persona sumamente agradable, dulce, amable y comprensiva. Tenía ese tipo de carácter que Gerard amaba.

Su sueño terminó cumpliéndose y al cabo de unos cuantos años, adquirieron una casa juntos. Se mudaron a ella con sus mascotas y vivirían felizmente juntos el tiempo que la vida que los permitiera.

𝕴𝖊𝖗𝖔𝖜𝖊𝖊𝖓 | 𝕱𝖗𝖊𝖗𝖆𝖗𝖉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora