Pasar sus dedos sobre aquellas fotografías era como si pudiera sostener sus recuerdos entre sus manos. Había algo especial en esa sensación.
Tomaron esas fotografías el otoño pasado. Cuando su matrimonio era feliz y podían pasar tiempo juntos sin discusiones. De alguna manera, en cuestión de meses habían terminado firmando el divorcio y compartiendo la custodia de sus hijos.
Nunca entendió porque las cosas se volvieron tan tensas entre ellos. No hubo ninguna infidelidad ni nada por el estilo que justificara su separación, era como si las cosas hubieran pasado porque tenían que pasar.
Así fue como terminaron de esa manera. Toda la felicidad que habían compartido durante muchos años ahora era más una realidad que le parecía lejana, casi como una fantasía imposible.
Observó las fotografías que su hija mayor había tomado de ellas el año anterior. Estaban sonriendo.
La puerta principal se abrió solo para permitirle ver a Frank entrar, llamando a los niños para que bajaran pues era hora de irse. Había accedido a darle ese día con los niños para que pudiera pasar su cumpleaños y Halloween con ellos.
Sus miradas se cruzaron por un instante, pero ya no había ese amor que alguna vez pudo percibir en ellos.
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