La última pieza

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El viaje a Italia no me vino mal, he ganado suficiente dinero como para venir a conocer, la necesidad de estar aquí aún no se me quita es como si mi interior deseara encontrar algo o a alguien

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El viaje a Italia no me vino mal, he ganado suficiente dinero como para venir a conocer, la necesidad de estar aquí aún no se me quita es como si mi interior deseara encontrar algo o a alguien.

Me dirijo al restaurante La Osteria ya que investigue y es el mejor de Italia, reserve hace un tiempo por lo que tuve suficiente dinero ya juntado gracias a mi droga.

—  Signorina, il signore lì le manda questo come invito a partecipare alla sua serata. — Me habla el mesero dejando una bebida en mi mesa.

Me giro para ver a un hombre de traje, la poca luz de su área me impide verle el rostro, miro al mesero y empujo delicadamente la copa.

— Grazie mille, non bevo alcolici. Puoi dire al signore che la mia serata sarà con me stessa.

El mesero asiente dándome una reverencia y llevándose mi pedido, la silla frente a mí se corre cuando llevo a mis labios mi vaso de agua.

— Signorina.

Levanto mi vista para verlo nuevamente, un traje hecho exactamente a su figura, sus dientes blancos y perfectos. Su perfume atrayente pero con un toque de maldad, lo alerta que se ve a pesar de que no represento un peligro.

— ¿No conoce las veladas solitarias?

— Las conozco, pero ver a una inocente mujer atrayente puede ser peligroso encontrarse bebiendo sola.

— No tomo alcohol. Solo me gusta consentirme, como sabe...es mucho más cómodo estar sin compañía.

— Solitaria. — Relame sus labios.

— ¿Cuál es su nombre caballero misterioso? — Hago a un lado mi cabello con un leve movimiento captando su atención.

— Antoni — Se quita los lentes con lentitud — Antoni Mascherano.

Mi sonrisa se borra cuando la suya se hace más grande, bajo las cejas con indiferencia haciéndolo fruncir el ceño.

— Ya veo. — Relamo mis labios con delicadeza captando de nuevo su mirada. — Si no le molesta quiero cenar sola. — Le doy una sonrisa condescendiente.

— Me temo que me molesta un poco.

— Un hombre que no acepta un rechazo pierde el encanto, al igual que los que tienen ese brillo de maldad en los ojos sin disimularlo, perdió el encanto señor Mascherano.

Su risa me causa un escalofrío que disimulo cuando me coloco mi suéter alrededor poniéndome de pié.

Me siento mareada, mi cabeza arde y se que es hora de irme. Me encamino a mi coche sin darle una sola mirada a aquel hombre sintiendo su pesada mirada.

No tardo en llegar al hotel, la cabeza me martilla con más fuerza. Me meto al baño para verme al espejo.

— Sangra. — Comienzo a ver borroso cuando de mi nariz sale algo de sangre. Se que estoy por desmayarme pues me dejo caer en la cama.

Mi vida pasada pasa frente a mis ojos, los libros, mi triste soledad, mi estupidez, mi obsesión.

Antoni Mascherano

Christopher Morgan

Ilenko Romanov

Pecados placenteros

Fanfiction

Todo viene a mi cabeza dándome cuenta en donde estoy, los nombres, información, hechos, amenazas, llanto e incluso las drogas.

Recuerdo absolutamente todo a detalle.

Mis ojos se abren y me siento de golpe soltando un fuerte jadeo costandome respirar, me limpio el rostro con mi mano quitando la sangre ya algo seca, miro hacia la ventana dándome la noche.

Casi todo el día desmayada, mis manos tiemblan de solo recordar en donde estoy. Solo soy una extra, soy una maldita extra que se está convirtiendo en una protagonista.

Sin saberlo ya me he involucrado demasiado con los protagonistas, ya he hecho varios cambios. He superado y destronado a Mascherano con su Haccoc.

Mi sangre es la clave para todo, sin saberlo me he convertido en un personaje literario.

— Soy una extra. Una extra muy afortunada. ¡Mierda!

Llamaré a recepción para que arreglen mis cosas, me meto a Internet para comprar mi boleto de regreso. Necesito ir con mis padres, necesito...necesito.

— Necesito tranquilizarme. Estoy haciendo una fortuna, nada ha cambiado Arinka. Eres la misma solo que con más contexto.

¡Se la comen sin pretexto!

— No pasa nada, solo tienes una fortuna que crece con el tiempo, he Hackeado la FEMF y destapado secretos del gobierno. Todos temen que revele sus secretos o más bien temen que AC lo haga. — Palmeo mis mejillas para poder concentrarme.

Mi barriga ruge y se que necesito un pastelillo de mi abuelita, hago un puchero cuando más hambre me invade.

— ¡No es momento de pensar en comida! — Me reprendo sola.

Un recuerdo ataca mi cabeza y me comienzo a reír sin parar, sostengo mi estómago como si fuera una loca esquizofrenica.

— ¡Aga...agarre a escobasos a Ilenko! Por si fuera poco le tiré una olla a Bratt y expuse a Christopher. — Me duele mi cabeza de tanto reír.

Después de quien sabe cuanto tiempo solo estoy viendo el techo.

— Estoy en un libro. — Comienzo a llorar sin parar — Y no en uno que quería. — Me cubro el rostro llorando y llamando a mi madre. — ¡Mami gracias por ser mi madre y darme unos abuelos tan fabulosos!

— Oh. Mi amor. Sabía que el viaje a Italia te haría sentir así de nostálgica, te amamos mi Arinka. No llores mi pequeña Ari, papá y yo estamos dispuestos a ir hacia ti para que no estés tan triste.

Sorbo mi nariz y mi pecho se llena con un calor indescriptible, mis sentimientos por mi familia siguen intactos. — No mami. Solo caí en una mini depresión, los veré mañana en casa regresare antes. — Susurro.

— Mi niña no es necesario...

— Insisto mami. Los extraño...— Sorbo mi nariz — Además tengo que ponerme en marcha en mi trabajo y carrera.

Si ya comencé y tengo todos mis recuerdos es momento de ser la mejor de este libro, soy un extra pero esta extra se va a volver la protagonista del maldito libro.

Me despido de mamá y cuelgo la llamada para meterme a la tina a relajarme.

— Nadie sospecha de mi. — Miro mi manicura con una pequeña sonrisa — Porque me llamo Arinka Carcassonne y de ahora en adelante no habrá más juegos.

Miro una bandeja de pastelillos y sonreí estirando mi mano para tomar uno.

— Pero primero un pastelillo. No son como los de mi abuela pero de algo sirven. — Saboreo — Tan delicioso. Una villana como yo debe tener sabrosura.

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Una Extra Muy Afortunada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora