Reencuentro y los pastelitos

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Arinka apareció

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Arinka apareció. Hace mucho tiempo dejé dicho que mantuvieran vigilado el aeropuerto de Londres y como me imaginé hoy llegó a Londres.

Me subo a mi mclaren dispuesto a entrar a su departamento, mi plan es manipularla para que me diga los planes de Romanov. No puede ser tan difícil de manipular si encuentre similitudes con Gema.

Ella me había cautivado sin embargo su actitud me hizo dudar por lo que me di la tarea de pensar en una manipulación efectiva a alguien como ella.

No puede ser tan difícil que Gema, ambas son tontas y si me les planto enfrente con palabras bonitas entonces caerá demasiado rápido.

— Esto va a ser muy fácil. — Me meto al subterráneo del Penthouse que se compró con quien sabe que dinero. — Dame las llaves del Penthouse. — Ordeno en recepción.

— Lo siento, no puedo hacerlo. — Niega

Ruedo los ojos y saco un fajo de billetes dejándolo en la mesa, el chico asiente y rápidamente me entrega las llaves.

— Con esta seguridad cualquiera puede ser un ladrón Arinka. — Subo por el elevador y abro la puerta para adentrarme mirando a mi alrededor.

Es lujoso no voy a negarlo, su gusto es más colorido, el olor a pasteles entra a mis fosas nasales. Me acerco a la cocina y hay una bandeja de pastelillos perfectamente acomodados. Busco el estudió y me encuentro con demasiadas computadoras.

— Escaner de retina. — Bufo y me muevo al papeleo intentado buscar cartas o documentos de importancia.

Saco una caja la cual tiene candado y lo abro con uno de sus pasadores que tiene en la mesa.

Veo los papeles y solamente son cartas hacia sus padres y abuelos. Ruedo los ojos por la estupidez pues ni me tomo el tiempo de leerlos.

— ¿Qué tienen de importancia las cartas con sus padres y abuelos? — Me burlo.

— Lo sabrías si tuvieras unos que te amarán. — Hablan a mis espaldas y saco mi arma para apuntarle.

Ella no se inmuta, tiene un vestido floral hasta las rodillas con su cabello recogido en una coleta con un listón rojo en la cabeza. Le da un mordisco al pastelillo sin dejar de examinarme.

— Sabes. Voy a presentar una demanda, no puedes invadir una casa sin una órden y mucho menos sobornar a los empleados. — Me reprende y me acerco a ella guardando mi arma.

— Puedo y quiero. Tengo el dinero.

— Y yo los medios. — Me reta con la mirada.

— ¿Qué puede hacer una cosa chiquita come pastelillos como tu? — Me burlo. — No te creas tan importante.

Su sonrisa aparece pero la oculta mordiendo nuevamente el pastelillo acercándose más a mi, por un momento flaqueo ya que no veo reacción de su cuerpo hacia mi o que se muerda el labio como pervertida.

Una Extra Muy Afortunada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora