El fin de algo

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México nos recibió hace ya unas horas, miro desde la colina aquella casa

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México nos recibió hace ya unas horas, miro desde la colina aquella casa. Dos ancianos salen entre risas que al vernos entramos por el portón de forma tranquila.

— Buenos días ¿Qué hace tan temprano en este pueblo? Viene a comprar ganado. — El anciano nos da la bienvenida señalando las sillas frente a ellos.

Miro de reojo a Ali y ambos tomamos asiento. — Venimos por asuntos con Arinka Carcassonne. Tengo entendido que es su nieta.

— Oh. Nuestro pastelito. — La anciana se levanta y nos hace una seña despreocupada — Que muchachos tan apuestos les traeré unos pastelillos y chocolate caliente. Es de mañana y perfecta ocasión.

Ella entra a la casa, me acomodo en el asiento y saco un puro obteniendo fuego de Ali. — Sabe. Arinka y yo tuvimos nuestras diferencias por lo que estamos aquí para saldar deudas.

— ¿Mi nieta debe dinero? — El anciano se acomoda cuando su esposa sale de la casa con los pastelillos. Tomo uno entre mis manos para darle un mordisco.

Dulces y un sabor delicado como aquellos ojos que logré apagar por traición.

— ¿Nuestro pastelito debe algo? — La anciana nos mira con dudas.

— Más que eso. — Apago el puro sin quitarles la mirada de encima.

— ¿Entonces? — El anciano nos analiza y entre abre los labios. — ¿Mi villanita hizo algo?

— Hizo más de lo que debería señor. Ella se metió con mi negocio, mi droga y ustedes seguro tienen algo que ver ya que por lo que me entere son muy importantes para ella.

Me pongo de pié tirando la envoltura del pastel en el suelo, de mi saco tomo el Haccoc entre mis dedos. Ambos me miran con un ligero miedo en sus ojos.

— Eso es...

— Haccoc. Sabe que era la mejor droga de tortura hasta que salió la de su difunta nieta al mercado dejándome como un imbécil. — Ali abre un cofre y muestra la droga de esa mujer.

— Ya sé la razón. — El anciano se levanta y pone detrás de él a la mujer sin importar que mis hombres tengan armas — Déjeme decirle señor que nuestro pastelito que tenemos como nieta no está muerta. — Percibo burla de ese anciano.

— ¿No? — Me burlo.

— Nuestra Arinka sabe lo que hace y porque lo hace. — La anciana se hace la valiente — Esa dulce villana cobrará venganza por nosotros y le aseguro señor que nosotros no solo tenemos lo dulce. — Me señala — Si algo nos reconoce es que odiamos con más intensidad de la que amamos.

— No diga tonterías. — Me tomo el tiempo de quitarle la tapa a la jeringa y Ali los inmoviliza con ayuda de sus hombres. — Van a morir por la misma droga que le facilitaron a su pastelito.

— ¡No se atreva a profanar el apodo de mi nieta! — El viejo se remueve dando pelea.

Miro como la anciana toma la mano de su esposo y niega en silencio. Ambos se miran por unos segundos como si se despidieran. 

Una Extra Muy Afortunada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora