INTERLUDIO IV. MUERTE. EL MEJOR ARMA DEL DESTINO.

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Arlene llegó al campo de batalla. Traümerei atacó de inmediato pero Hon no se atrevió y contrario a su orden, suprimió el ataque de su aliado mientras Arlene conjuraba una maldición temporal que selló a los animales que controlaba Traümerei.

Mientras él se ocupaba de acercarse, Arlene se batió a duelo contra Hon, quien ya no dudó de atacarla con fuerza.

Con el cadáver de V bajo el brazo, Hon invocó tanto shinsu en su espada como para destruir el piso entero, pero Arlene fue capaz de invocar la aguja de V y atacó a Arie con el. Su espada entonces no pudo liberar el shinsu y brilló tanto que iluminó todo el campo, incluso deteniendo el vuelo de Traümerei por un instante por el resplandor.

Cuando la luz cesó, una pequeña esfera flotó a la mano de Arlene, quien guardando el precioso objeto atacó una vez más, está vez, moviendo la aguja en un patrón extraño que fue capaz de fragmentar la espada de Hon.

—¡Dámelo!

Arie retrocedió por el impacto, pero no permitiendo que el cuerpo en su poder recibiera algún daño, pero si se arriesgaba demasiado, Arlene podría maldecirlo y no habría nadie que revocara eso. Intentó comunicarse con ella a través de gestos, pero Arlene estaba demasiado exaltada peleando.

—¡Dámelo!

Arlene conjuró un hechizo y atacó por última vez, Hon quedó momentánea paralizado y ella le quitó a V para desaparecer con él solo un instante antes de que Traümerei lograra liberar a los animales.




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Arlene se aseguró de que el ejército pudiera rastrearla y seguirla de cerca. Si ellos presentían que los dirigía a una trampa, lo ignoraron con el fin de cumplir las órdenes dadas por la mano derecha de ese bastardo. No podían pensar en sus propias vidas, porque estaban sujetos a órdenes directos y precisos de Jahad, no podían retroceder aunque eso significara una muerte segura, su obligación era recuperar lo que habían perdido al costo que fuera.

De un momento a otro se detuvo, permitió que la alcanzaran y en un rápido hechizo, destruyó la mitad de las naves de guerra junto con los tripulantes más débiles. Adori se había quedado atrás y era una gran ventaja, si ella se presentaba o alguno de los traidores de su pasado, no podría lidiar con ellos.

Volvió a escapar en cuanto envió un mensaje al muchacho para que abandonara la misión. Pronto iba a encontrarse con Bam y, aunque su reencuentro había sido especialmente un mal momento, debía asegurarse de que ella siguiera con vida por el momento.

Para cuando llegó a la cueva donde había estado con ese niño, ella estaba fuera del espejo blanco e iba a su encuentro sobre un faro que claramente no le pertenecía. Khun lo había dejado para que Arlene lo usara, pero Bam había encontrado la manera de usarlo.

—Señora Arlene... —Bam probó el sonido y algo en su mente quiso decirle que había escuchado ese nombre hacía mucho tiempo atrás, pero lo ignoró al ver la condición en que se encontraba la mujer—. Por favor, detenga esto, no llegarán a ningún lado. Se lo pido, váyase y sálvese.

Arlene quiso reír, en verdad, a pesar de todos los intentos y años invertidos en un solo plan, su hija ya no quería ser rescatada. V ya no estaba, seguir adelante era lo único que quedaba, no habría más intentos fallidos ni planes para un futuro, tenía que ser ese, o nada. FUG no servía de absolutamente nada cuando de Jahad y su poder se trataba, todos serían diezmados en un solo golpe, no valía la pena sacrificar tanto para no obtener ningún resultado.

—Sigueme, la única manera de que tú gente siga con vida, es que vengas conmigo, de lo contrario los eliminaré a todos.

En su larga vida, y en un pacífico pasado, jamás se habría atrevido a hablarle de esa manera a su hija, pero no tenía tiempo para explicar todo, la dureza de palabras en ese momento era la mejor opción.

TOG: LA REINA DE JAHADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora