xvii. nightmare

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NIGHTMARE__________________________________

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NIGHTMARE
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Ophelia abrió los ojos, estaba soñando, aunque no sabía a ciencia cierta porque, ya que le resultaba raro soñar, eran muy contadas las ocasiones en las que podía decir que soñaba algo. Se vio a si misma en un campo abierto, soleado, lleno de flores.

Se veía con dos coletas, con la mitad de su estatura actual y rasgos más infantiles, estaba viéndose a ella misma solo que al rededor de los seis años, en medio de un verde pastizal, y al final de este había un hombre. Un hombre sin rostro, pero viéndolo ahí parado sintió una familiaridad, sintió que era su padre de alguna manera.

—Ophelia, ve con papá. —la voz de su madre resonó tras ella, aunque al girarse no pudo verla.

Corrió feliz y se acercó a quien creía que era su padre, de repente el hombre le tendió un globo Ophelia, uno que antes no tenía, y cuando ella estaba a punto de tomar el globo el hombre volvía a distanciarse y el pastizal se hacía más grande, lo que hacía que se creara una distancia mayor, y mayor.

Intento acercarse unas veces más, hasta que sintió que no llegaría, en ese momento se tiró en el pasto, y comenzó a llorar preguntándose porque papi no se acercaba a ella.

En ese momento el escenario cambió, ahora tenía once años, estaba en su casa, ella estaba en la sala y su madre estaba en la otra punta de la casa en la cocina, su madre le sonreía leyendo un periódico y llamándola, pero cuando empezó a caminar hacia ella y estaba a punto de llegar volvía a aparecer una distancia entre las dos, como anteriormente con el hombre sin rostro.

Ophelia se vio de nuevo a si misma tendida en el suelo preguntándose porque mami no se acercaba a ella. En ese momento el escenario cambió, ahora estaba en el cementerio de los Spellman, y en la puerta de la casa estaba la familia, la llamaban animados invitándola a entrar, y con esperanzas de lograr ir con ellos, se acercó, y ahora podía caminar, no hubo distancia que apareciera, y cuando iba a entrar por la puerta Ambrose habló.

—No eres bienvenida aquí.

—¡Hija de la nada!.

—Bruja estupida, estás sola.

Los ojos de Ophelia se llenaron de lágrimas incontenibles, y comenzó a sollozar ante el rechazo. Su padre, su madre y las personas que consideraba su segunda familia rechazándola, sintió un deja vu como el día en que había corrido hacia el bosque al descubrir el cuerpo de Connor Kemper, está vez también había corrido hacia el bosque.

Estaba tirada en el pasto hecha un ovillo, abrazando a sí misma, tratando de calmar su propia tristeza. De pronto un crujido la saco de su pena, levantó la mirada y frente a ella estaba la diablesa.

—Mi niña, puedo sacarte de este sufrimiento, si solo me das el conjuro que abre esta casa. —la criatura demoniaca se acercó acariciando la mejilla de la chica— Hueles como ella, pero, ¿por qué?.

—¿De qué hablas?. —Ophelia se confundió ante lo último.

—De ella, de Lil... —repentinamente y antes de acabar la oración la diablesa se puso alerta mirando a su alrededor— Ahora vuelvo.

Se esfumó en un pestañeo, dejando a Ophelia sola en medio del bosque, aunque ya no lloraba, y solo trataba de idear cómo saldría de este problema. No pasó mucho cuando otro crujido volvió a sobresaltarla, aunque ahora de entre la oscuridad no salió el demonio, si no la señorita Wardwell.

La mayor lucia desorientada, al menos hasta que chocó su vista con Ophelia, sin saber qué excusa poner, o cómo justificarse por estar ahí, en sus sueños.

—¿Señorita Wardwell?.

—Hola, otra vez. Creo que estoy en la pesadilla equivocada. —la mujer estaba a punto de retirarse dejando a la chica ahí, con expresión de perrito triste, pero algo la hizo sentir lastima, algo que había dejado de sentir hacia mucho, por lo que tomo a la chica de la mano y la levantó del pastizal, llevándola con ella— Hay que salir, y rápido.

Ophelia no entendió cómo repentinamente estaba en un lugar distinto, donde los Spellman realizaban sus autopsias y cremaban a los muertos, había un pequeño pasillo específicamente demasiado tenebroso que la chica siempre evitaba cruzar, ahí estaba Ambrose hablando con la señorita Wardwell.

—¿Puedo ayudarlas en algo?.

—Buscamos a alguien. —la mayor escudriñó al moreno con la mirada— Y no es a ti.

Las dos mujeres salieron apresuradas, aún sin soltarse de las manos, a las dos les resultaba extraño, pero una de ellas, específicamente la señorita Wardwell no deseaba soltar la mano de la chica, aún que no entendía la razón.

Siguieron juntas vagando, mucho tiempo o eso parecía, entre universos alternos, cosa que Ophelia jamás había experimentado por lo que se sentía algo confundida, algo que no le parecía raro dado los acontecimientos de las últimas semanas.

De pronto la chica estaba con Sabrina, en la habitación donde hacían los funerales con una perturbadora iluminación roja, y Sabrina parecía estar dentro de un aparato de tortura, lucia como un molde que estaba lleno de espinas por dentro, no dudo ni un segundo en abrirlo con ayuda de su ex maestra.

Liberando a Sabrina quien estaba más que atemorizada, la maestra trato de explicarles a las jóvenes que solo estaban en un sueño, y que debían despertar para encerrar a Batibat de nuevo.

En un instante la mujer desapareció dejando a las otras dos en espera de algo, y en ese momento las dos sintieron un pinchazo agudo en el pecho que bastó para hacerlas despertar, las chicas dormían juntas por lo que se tuvieron la una a la otra para idear un plan.

Aunque debieron apurarse ya que Sabrina había despertado gritando con mucha inspiración, así que la opción más rápida de escondite que tuvieron fue abrir la puerta del pasadizo y esconderse bajo la cama, y la diablesa había sido tan tonta como para entrar pensando que las encontraría en ese pasillo secreto.

Hey Ambrose! --> Ambrose SpellmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora