DIECISEIS: El crimen de un anónimo santo

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Naturalmente, habría que esperar que Ten tiene miedo a estar enamorado. Y que este miedo innato se refiere a sus vidas pasadas o que Afrodita es una influencia directa sobre ello.

Sin embargo, hay algo a lo que no puede resistirse y es a ser besado por el demonio que ha hecho de su cabeza un caso. Ten cierra los ojos mientras se derrite bajo el cuerpo de John y suaviza sus facciones para recibir ese beso de golpe. Lo sostiene por el cuello y trata de profundizar y apagar el fuego que los une, la resistencia de John nace en un punto intermedio y Ten se obliga a no soltarlo, como si su vida dependiera de ello.

—Por favor, —suplica sobre los labios de John que se mantienen cerrados—no me dejes aquí.

El agua no cesa, sino que se intensifica conforme Ten intenta unirse a un John que reniega y se mantiene recto al levantarlo del suelo y caminar de regreso a casa. No se aparta, incluso tras cerrar la puerta, sigue cargando el cuerpo de Ten en sus brazos de una manera poco convencional y se posa sobre él una vez que llegan a la cama.

Ten continúa en su afán de volver a recibir un beso caliente cuando John desliza una mano bajo su ropa mojada, sólo así accede a separar su rostro, una vez que le quita la sudadera de encima.

—Por favor.

John no responde a su petición y sigue su rutina para desvestir a un Ten que comienza a distraerse por los sutiles toques indecentes en su cuerpo que no llegan más profundo. Él mismo llega a apoyarlo y se deshace de su ropa interior con rapidez para aferrarse a John de nueva cuenta.

—Bésame, sólo una vez más, estoy a tu merced, John, sólo una vez más, por favor—suplica e impacta sus labios erróneamente contra una de las mejillas del otro.

El demonio jadea y se lleva la sorpresa de que no ha sido por satisfacción cuando palpa las heridas que el agua le ha hecho a John sobre la espalda cuando logra deshacerse de su propia ropa.

—Voy a besarte—le responde al final, con un rostro de angustia que le parte el alma.

No hay modo de haber llegado a esa situación que no sea un sueño, porque hay llagas en todo el cuerpo de John en forma de gotas y luce exhausto y poco entusiasmado cuando lo mira. Ten reparte besos en sus mejillas y cierra los ojos al sentir la reciprocidad del momento.

—No sabes cuánto quiero besarte, nynphae. Realmente no tienes idea de lo mucho que he esperado para esto—una mano se desliza por su rostro con cariño, se siente engatusado conforme los besos bajan por su cuello.

—Por favor—John lo sostiene por la cintura y la valentía cubre su rostro en un suspiro.

—Dame un segundo, mi amor—el susurro lastimero de John es lo único que recuerda después de perder la consciencia junto al dolor que se impacta en su cuello como una memoria del torrente de sangre que John se ha acostumbrado a consumir de él.

Ten no descartaría de todas esas noches, que esa es la más pesada que tiene. Cuando logra despertar no se siente tan vacío como resultó de otros días, pero hay un dolor de cabeza que atribuye a la información acumulada en su somnolencia. Es como un zumbido estrepitoso que sólo le recuerda a la interferencia de una televisión antigua o los pensamientos acumulativos de John.

Se remueve sobre su cama incapaz de sostener sus propias extremidades, John parece haberlas atado en la cabecera y pies de la cama. Tiene ropa seca, como le es costumbre al demonio intercambiar y él yace a su costado, descansando sobre su pecho y la cabeza en dirección contraria.

—¿Duele mucho? —Pregunta al azar, pero sí con interés genuino.

Las tormentas de antes no se comparan a esto, hay algo diferente en ambos. Un beso o más. No lo sabe bien.

Synenērgy: Teoría de la reminiscencia [JOHNTEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora