ONCE: Los misterios de Afrodita

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«Este es mi sacrificio para ti»
(Enhypen, Sacrifice (Eat Me Up)).

Uruk, una ciudad relevante de la mitología babilónica, tenía entre sus celebraciones varias de carácter sexual y violento. Se conservan fragmentos del poema babilonio a Erra, en el cual se critica duramente la actitud de un rey de Uruk, «que no trata con suficiente amabilidad a las prostitutas, cortesanas y busconas [...] a los chicos alegres que cambiaron su masculinidad por feminidad así como a los portadores de dagas, navajas, cuchillas y pedernal, ya que estos, con sus actos, agradan al corazón de Ishtar, la diosa patrona de la región.»

De entre estas celebraciones que se expandieron por todo el mediterráneo, según Heródoto, desde las costas del Golfo Pérsico en Babilonia y Chipre hasta tierras romanas, destacan las de Sicilia, donde el culto a la diosa Afrodita o Astarté era especialmente conocido por la práctica de la prostitución sagrada con una duración aproximada de un mes.

«La más vil de las costumbres de los babilónicos es la que compele a cada mujer de su tierra a sentarse en el templo de Afrodita y yacer con algún desconocido al menos una vez en la vida. [...] la mayoría de ellas se sientan en el solar sagrado de Afrodita con coronas de cuerda en la cabeza; [...] los hombres circulan y eligen. Una vez una mujer ha ocupado su lugar allí, no se marcha a casa hasta que algún visitante ha arrojado monedas sobre su regazo y yacido con ella fuera del templo; pero al entregarle su dinero debe decir "te invito en nombre de Afrodita". La suma de dinero no tiene importancia, pues la mujer jamás se niega; hacerlo sería pecado, ya que el dinero queda consagrado de esta manera. Por ello, la mujer sigue al primer hombre que paga y no rechaza a nadie.» (Heródoto, Historias, 1.999)

Las menciones más antiguas de la prostitución sagrada se encuentran en la literatura épica mesopotámica. Según la arqueología, los monarcas de la antigua región de Sumer (territorio que abarcaba toda la antigua Mesopotamia, desde Babilonia hasta Uruk), establecían su legitimidad tomando parte en ritos sexuales anuales en el templo de la diosa de la fertilidad, Ishtar, durante el décimo día del festival de año nuevo. La unión del rey con la sacerdotisa simbolizaría el matrimonio entre Ishtar y su consorte divino Dumuzi, el dios pastoril, también conocido como Adonis por los fenicios y griegos.

Estos actos incluían no sólo la prostitución heterosexual, sino que también la homosexual, a la que se dedicaba un día en especial casi al final de las festividades.

Eusebio de Cesarea lo menciona en tiempos tan adelantados como los de Constantino, quien se vio obligado a cerrar los templos a Venus o Afrodita por la constante presión cristiana:

«Se trataba de un bosque y un templo, situados no en una ciudad o lugar público como es generalmente el caso por motivos de prestigio, [...], y dedicados al espantoso demonio conocido por el nombre de Venus. Eran una escuela inicua para toda clase de impurezas, entre ellas el afeminamiento, que destruye los cuerpos. En aquel lugar, hombres que no eran merecedores de tal nombre olvidaban la dignidad de su sexo, propiciados por el demonio, y se entregaban a la conducta afeminada.» (Eusebio de Cesarea, Vida de Constantino, 3.55-3.58)

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