DIECIOCHO: Los dones de las ninfas

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Las ninfas son deidades menores, consideradas aún olímpicas e hijas en su mayoría de un titán. Están asociadas a un lugar o elemento de la naturaleza: agua, montañas y árboles. Son espíritus divinos que no envejecen o mueren por enfermedad, son capaces de engendrar hijos inmortales a pesar de que ellas no lo son necesariamente.

No poseen poderes considerados sobre naturales de corte celestial más allá de breves dones proféticos y el manejo de sus entornos nativos. Su aspecto es hermoso como el de todos los dioses, tienen extremidades largas y delgadas, de piel limpia y cabellos en todos los tonos que existen, ojos de igual belleza, seductoras como todos los artes, como si hubieran nacido bailando junto al sol y durmiendo en los brazos tejidos de la luna.

A menudo acompañan a deidades locales y, por ello, se encuentran expuestas a ser víctimas de los sátiros.

Son malas para huir.

Sus matrimonios con monarcas son frecuentes y aparecen en constantes mitos fundacionales, pues su progenie es fértil y prometedora, además de que la unión le daba autoridad al rey y a su próspero reino.

Todas ellas son mujeres, la creencia arcaica las señalaba como necesarias para perpetuar la raza, a todos aquellos que tenían tendencias hacia los hombres se les aclamaba como varoniles buscadores del deseo, la función de los hombres ἐρομένοι (amados) se relegaba a eso, a objetos de placer. Una ninfa masculina no tendría sentido. Hasta que lo tuvo.

Los dioses tienden a castigar a mortales con frecuencia por no contribuir a su veneración. Uruk fue atacado por una sequía insostenible, las cosechas se secaron y los ríos Tigris y Eufrates dejaron de inundar sus alrededores como era costumbre. Se detuvieron las ofrendas a Ishtar y cesaron los rituales en su honor. La diosa estaba enfurecida por primera vez con su amado pueblo que parecía olvidarla.

Enloqueció a su rey.

Ten se siente adormecido, como si las hojas que saborea causaran un estado de somnolencia perpetúo, incluso cuando es consciente, los efectos lo mantienen drogado y apenas puede ver el rostro de John. Al tacto es una nube vaporosa, voluble y hermosa. Los reflejos de sus tiempos de héroe siguen en él. Un semi dios con los rayos del sol en la piel.

No hay por qué dudar que la misma Afrodita se enamorara de él, es el mismo Delphis en persona. Un pastor dedicado, fuerte y encantador como ningún otro. Hay un halo que siempre notó más difuso a su alrededor, John es el sol, desprende una energía cautivadora incluso cuando no está haciendo nada o lanzando esas llamaradas que usa para intimidar a los demás, pero que en realidad son más como su fuerte alma escapando del Infierno que tiene dentro suyo para reunirse con la de Ten.

—Alma mía, ¿cómo pudiste esperar tanto? —Susurra en un borde lacrimoso y peina los cabellos rebeldes del hombre a los costados. Hay rizos naturales en su nuca que se despeinan ante el más ligero de los toques.

John sonríe a medias. Recostado a su lado, prestándole atención tierna y casi inocente. Ese es John, no Gilgamesh.

—¿Quién eres? —Responde apenas con un hilo, se escucha como el aire caliente.

—¿Quién más? Un tonto lingüista que sólo quería ver piedras talladas y alejarse de la ciudad un rato. —Ten se ríe en medio de un frenesí dulce, de repente, todo parece divertido y coqueto. —Ten Lee, ¿no me recuerdas?

—¿Por qué Ten Lee me llama 'Alma mía', eh?

—Porque siempre me lo dices, somos uno.

—¿Sólo por eso? —Le ayuda a remover el cabello que se acumuló en sus mejillas cálidas mientras dormía.

—Porque eso significa el matrimonio. Alguna vez me lo pediste cuando tenía otro nombre y dije que sí. —Luego extiende la mano en alto y sonríe. —Tenía un brazalete de jade, usaba muchas joyas y tú también, te arrodillaste ante la Tierra y ella te concedió su permiso.

Synenērgy: Teoría de la reminiscencia [JOHNTEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora