Se iniciaba un nuevo lunes tras aquél interesante fin de semana todavía presente en el recuerdo del muchacho. El frío comenzaba a hacerse notar con intensidad cuando el auto francés de Dylan irrumpió en la oscura y nublada zona de aparcamiento de New Fashion Enterprise. Apresurado por resguardarse del frío y protegiendo su cuello con una gruesa bufanda de lana regalo de su querida abuela María, el joven diseñador entró por la puerta de acceso a la factoría para hacer una breve parada en la máquina expendedora de café. Eran las seis de la mañana y uno de los encargados de la planta permanecía frente a la cafetera esperando que saliera su café caliente.
–Buenos días, ¿qué tal ha ido el fin de semana?- preguntó cordialmente. –Bien, ha sido divertido- contestó Dylan mientras contaba los céntimos que acumulaba en su bolsillo. –No te preocupes, yo te invito hoy, así aprovecho para comentarte alguna cosa-. Enrique sacó su café apresurado por adelantarse al chico en echar a la máquina las monedas con las que pretendía invitarlo. -¿Ha pasado algo?- preguntó Dylan a la espera de conocer qué era lo que quería comentar el encargado con él. –Estamos teniendo algunos problemas con el proveedor que nos suministra los moldes del laboratorio de muestras. Los moldes llegan tarde, muchas veces mal grabados y eso hace que se retrase todo un poco. No se cómo tienes la carga de trabajo en estos momentos pero creo que deberías encargarte de buscar un nuevo proveedor que cumpliera mejor nuestros estándares de tiempos y calidad. Quería comentarte a ti la idea antes de hablarlo directamente con Luís- . Dylan cogió su café sujetándolo con ambas manos para mitigar así el frio de aquella mañana. –Enrique ya tengo mucho trabajo. El volumen de colecciones que nos están pidiendo va en aumento y sabes que estoy sólo para hacer los diseños, supervisar las muestras y atender los problemas que os surgen en estampación. A este ritmo tendré que poner una tienda de campaña en la oficina para quedarme a dormir- se explicó el chico. Enrique no se mostró satisfecho con las explicaciones de Dylan y a pesar de no decir nada su gesto pensativo delataba que no iba a aceptar una negativa por respuesta. –Entiendo... tendré que plantearle el problema a Luís y a ver qué solución se nos ocurre entre todos- concluyó el encargado de la sección de producto acabado, para acto seguido dirigirse a supervisar que la planta comenzaba a funcionar con normalidad. Dylan marchó a su oficina para poner en marcha el equipo de diseño, nada más encender el ordenador un mensaje de su amiga Marina llegaba a través de MSN, lo cual calmó aquella inquietud que nació en él respecto a los posibles efectos que podría haber tenido su mensaje a Mariela.
–Hola Dylan, qué tal el fin de semana- preguntó la chica. –Hola Marinita, muy bien. Salí con un amigo del gimnasio a cenar a un restaurante de comida mexicana y luego fuimos un rato a bailar. ¿Tú qué tal?- siguió la conversación el chico mientras abría una revista de moda de las que obtenía información para desarrollar sus colecciones. –Pues ha sido un fin de semana tranquilo. Estuve con mi hermana Julia y su marido y pronto a casa a descansar. Nada destacable, la verdad-.
Mientras leía, el diseñador marcaba las páginas que le interesaban con unos posits de color amarillo flúor cuando sonó por el hilo musical una de sus canciones favoritas. –Oye está sonando ahora una de mis canciones preferidas... ¿te gusta Toni Braxton?- preguntó el chico subiendo el volumen de la música. –Sí, claro- confirmó Marina. –Perfecto, te paso entonces el enlace de la emisora que estoy escuchando y así la oyes tú también.- Dylan copió el enlace de la emisora de radio que había sintonizado a través de su buscador y acto seguido lo compartió con su amiga quien a la vez se dispuso también a escuchar aquella canción que tanto gustaba a su amigo. –oh.. Un-Break my heart. Que bonita, a mí también me gusta mucho- ambos amigos dejaron de comunicarse por unos momentos para disfrutar así de aquel hit de los noventa.
El reloj seguía su curso mientras Marina y Dylan iban comentando las canciones que emitía aquella emisora musical especializada en música de los ochenta y los noventa. El chico comenzó a hacer diseños nuevos inspirados en las fotografías que había preseleccionado para aumentar el stock, con la idea de echar mano de él en el momento en que se le acumulara el trabajo.
El sonido del teléfono avisaba que ya habían transcurrido tres horas desde que iniciara su jornada el chico quien tras despedirse de su amiga, atendió la llamada. –New Fashion Enterprise, buenos días.- saludó casi de forma mecánica. –Buenos días Dylan soy Luís ¿podrías subir a mi despacho un momento, por favor?- el joven que se encontraba trabajando en un diseño florar en el que destacaban unas vistosas dalias rosas acompañadas de unas minúsculas mariposas sutilmente trabajadas, guardó los avances que tenía hasta el momento para poner rumbo a la oficina de Luís.
-¿Se puede pasar?- preguntó Dylan desde la puerta, observando la presencia de Enrique junto al gerente. –Si, pasa Dylan- pidió Luís. El chico, que intuía el motivo de la reunión tomó asiento en uno de los sillones negros que había frente al escritorio a la espera de conocer los motivos reales que le habían llevado hasta allí.
–Me comenta Enrique que estamos teniendo problemas con el proveedor de moldes de laboratorio. Creo que esta mañana habéis hablado al respecto ¿no?- Preguntó Luís, conocedor de la conversación mantenida a primera hora de la mañana entre el encargado de producto acabado y él. –Sí, Enrique me ha comentado que ni los tiempos ni la calidad del grabado son las adecuadas-. Luís confirmaba las quejas del encargado sin apenas hablar, acompañándose tan sólo de visibles gestos de preocupación. –Entenderás que este tema no es cualquier cosa y tenemos que darle una solución- dijo de forma enigmática involucrando de facto al chico en un problema que hasta el momento era ajeno a sus competencias.
–Lógicamente, las muestras son lo primero que reciben nuestros clientes y como carta de presentación debe ser un trabajo perfecto- confirmó el chico. –Precisamente por eso hemos pensado que tú deberías ser la persona responsable de coordinar ese trabajo-. Dylan enmudeció por un momento a la espera de que aquella propuesta más bien impuesta por parte de su jefe, fuera acompañada de algún tipo de compensación. Ante el silencio del chico Luís insistió en la propuesta –¿Te parece bien?. Dylan permanecía en silencio pensando si era recomendable expresar su opinión desde la sinceridad o si más bien lo conveniente era aceptar sin más aquella nueva carga de trabajo que estaban dejando sobre sus hombros.
–Pues mire Luis, a día de hoy tengo mucho trabajo y mis jornadas ya pasan de las doce horas diarias.- Luís miró al chico con un gesto fingido de preocupación. –Dylan, pero Pilar te está pagando las horas extra ¿no?- pregunto sabiendo cual era la respuesta. –Sí, claro... me está pagando seis euros por hora extra- especificó Dylan tratando de centrar el tema en la cuestión económica. –Perfecto, entonces si trabajas más ganarás más dinero a final de mes- afirmó el gerente poniendo así fin a la conversación. Desde ese momento, Dylan debía asumir más responsabilidad en su trabajo diario sin ningún tipo de compensación económica en su nómina, ni tan siquiera sin ningún tipo de incremento en el precio de la hora extra. Su situación seguiría siendo la misma pero con más carga de trabajo y por tanto más responsabilidades a las que hacer frente. La reunión se dio por finalizada y los presentes volvieron a sus respectivos lugares de trabajo, uno en diseño y el otro en la planta de producción.
Con un enfado mayúsculo Dylan retomó el trabajo que había dejado a medias con la intención de concluirlo antes de ponerse al día con todo lo relacionado con las nuevas competencias que le habían asignado. Tras varias horas dando forma a aquella colección floral que se podía aprovechar para cualquier artículo de moda, Dylan se dirigió al laboratorio de estampación para que su compañera Paula le informara de cómo se estaba gestionando hasta el momento lo relacionado con las muestras de laboratorio.
La chica mostró unos archivadores tamaño A4 donde se guardaban las fichas de cada una de las altas de los nuevos diseños que se aprobaban. Junto a esas fichas, unos albaranes que acompañaban a los moldes con que Marian hacía de forma manual las muestras, ayudándose tan sólo de un pequeño listón de metal con el que repartía proporcionalmente el color mientras hacía presión para que la tinta penetrara por los pequeños orificios grabados en las tela de poliéster de aquellos marcos. Habiendo quedado claro ya cómo se gestionaba a nivel administrativo aquél departamento, Paula pasó a explicarle el programa informático mediante el cual se registraban los diseños en la base de datos y con el que se hacía seguimiento de los tiempos y posibles rectificaciones de los moldes. –Paula este programa es un poco complicado... no es el tipo de programa con el que estoy acostumbrado a trabajar- se lamentaba el chico mientras su compañera seguía con la explicación de cada uno de los apartados. –No te preocupes, es el primer día, organízate para hacer este trabajo cuando yo esté aquí y así puedo ir ayudándote cuando te surjan dudas- contestó la chica con ánimo de que su compañero se sintiera reforzado ante lo que era una nueva tarea más a las muchas con las que cargaba durante el día.
Dylan decidió aprovechar el tiempo enseñándose todo lo relacionado con las muestras de laboratorio y postergando sus labores de diseño hasta el momento en que Paula terminara su jornada laboral, la cual solía concluir a las seis y media de la tarde. Una vez se cumplió la hora la chica colgó su bata blanca en el perchero del laboratorio de muestras y se despidió del muchacho, apagando las luces del laboratorio a su paso. Fue entonces cuando Dylan volvió de nuevo a su ordenador para retomar la colección de stocks que estaba preparando tras servirse un nuevo café tratando de encontrar así un plus de energía que le ayudara a reactivarse para lo que restaba de jornada.
Unos diseños étnicos donde retazos de pieles de animales de la sabana africana se mezclaban con típicas máscaras rituales nigerianas le habían llamado especialmente la atención. Habiendo ya avanzado un nuevo diseño en aquella línea tribal que tan novedosa le parecía, un mensaje llegó a su bandeja de entrada de Hi5.
"Mensaje de Mariela" leyó el muchacho sorprendido. -¡Vaya¡ ha habido suerte- se dijo con una media sonrisa. "Hola, me ha dicho mi hermana Marina que son amigos, te agrego a mi MSN".
Con Mariela ya entre los pocos contactos de MSN que Dylan acumulaba, éste se dispuso a saludarla para conocer cómo era aquella nueva amiga que tanto le había llamado la atención.
–Hola, gracias por aceptar mi solicitud de amistad. ¿Qué hora es en Perú?- preguntó curioso por conocer desde qué momento del día le estaba hablando aquella nueva amiga. –Aquí son las dos del mediodía. Creo que allí deben de ser las nueve de la noche ¿no?- preguntó la chica peruana para dar inicio a una agradable primera toma de contacto. Tras algunos intercambios de sencillas y breves preguntas y respuestas, Mariela se mostró interesada por conocer el lazo de amistad que unía a su hermana con el joven -¿Me ha contado mi hermana que ustedes son amigos?- Dylan contextualizó la pregunta dentro de la normalidad de una hermana que quiere conocer el círculo de amigos de su familiar. –Sí, es una apasionada de la moda. Es de las pocas personas con las que puedo intercambiar impresiones sobre este asunto. Además tiene los mismos gustos musicales que yo... tenemos muchísimas coincidencias más allá de la edad-. Mariela, quien ya conocía una pequeña parte de la vida del joven tras haber sido informada por Marina, aprovechaba para tratar de hacerse una imagen un poco más amplia de la personalidad del chico. – Me ha hablado de toda su familia, en concreto me comentó que tú tenías tres años más que ella, pero debe haberse equivocado, juraría que tienes menos- apuntó el chico encontrando las risas de Mariela como respuesta. - Pues sí, se ha equivocado porque tengo cinco años más que ella-.
Dylan no lo podía creer, aquella chica de rostro redondeado e infantil tenía casi treinta años. Nunca hasta el momento había entablado amistad con una chica con una diferencia de edad como aquella, lo cual le generó dudas sobre cómo mantener el interés de la mujer sin dar la sensación de ser un chico infantil. –No me lo puedo creer, tienes cinco años más que ella... y por tanto cinco años más que yo. Quien lo iba a decir, aparentas mucho menos, la verdad- afirmó Dylan quien en seguida se dio cuenta que era una observación que a la chica no le resultaba extraña.
-¿Qué tipo de música te gusta a ti Mariela?- preguntaba Dylan mientras repasaba las fotos que la joven tenía en su Hi5, donde algunos seguidores de la limeña habían dejado distintos comentarios poniendo de manifiesto la belleza de la joven.
–Me gusta toda la música pero sintonizo especialmente durante el día unas emisoras de radio españolas que emiten música de los años ochenta y noventa- explicó. –¿Me ha contado mi hermana que eres diseñador?- preguntó la chica mostrando cierto interés por la profesión de Dylan. –Sí, soy diseñador de moda ¿quieres que te enseñe algunas de las cosas que hago?- se ofreció el chico con la intención de que su nueva amiga conociera algo más sobre sus tareas profesionales.
–Ok, enséñame qué diseñas- contestó, a lo que Dylan comenzó a cargar en el MSN algunas de las últimas colecciones en las que había trabajado. –Pues son muy bonitos, la verdad. A mí también me ha gustado siempre dibujar, de hecho cuando era más niña gané algunos concursos de pintura, aunque ahora me dedico a hacer planos con AutoCAD- explicó la joven. –¿AUTOCAD? Que programa más aburrido, de ahí no sale nada bonito- afirmó el diseñador provocando las risas de su interlocutora. -¿Cómo que no? Con AUTOCAD puedes diseñar cualquier cosa. Se pueden hacer diseños súper reales, dices eso porque no lo conoces.- afirmó la joven dejando en evidencia el conocimiento superficial de su amigo con respecto a aquel programa. –Pues tienes razón, la verdad que nunca me he sentido atraído por aprender a manejarlo, pero bueno, si dices que es tan bueno tal vez lo descargue y practique con él. Tú me echas una mano ¿te parece?- El ofrecimiento fue muy bien recibido por la chica, que aceptó hacer las veces de instructora.-Personalmente creo que el trabajo con planos de obra civil o electromecánica es más masculino que el diseño de moda. Lo único que falta es que me digas que te gusta ir de compras, jajaja- bromeó Mariela iniciando de ese modo un sutil juego de inocentes provocaciones. –Pues la verdad que sí me gusta ir de compras ¿qué tiene eso de raro?- preguntó mostrando extrañeza Dylan, que achacó los prejuicios que mostraba Mariela a la diferencia de edad entre ambos.- Bueno, no es algo común- explicó brevemente la chica. – ¿En qué parte del planeta vives para que eso no te parezca común?- preguntó con cierta sorna Dylan. –En la parte del planeta donde los hombres no suelen comprar revistas de moda- afirmó Mariela provocando las risas de Dylan. –Mariela ¿qué tipo de hombres has conocido tú? seguro que ni se depilan ni usan cremas hidratantes- añadió el chico manteniendo el tono bromista de la conversación. -¿Cremas hidratantes? No podría estar con un hombre a quien le tengo que dejar la mitad de mi espejo cada noche- contesto de forma casi instantánea la chica.
Entregados por completo a aquella conversación repleta de bromas y risas la noche avanzaba y Dylan empezaba a notar el cansancio fruto de la acumulación de horas de trabajo. –Creo que ya me han insultado bastante por hoy- apuntaba Dylan de forma irónica para comenzar a despedirse de su amiga. –Casi que me voy a despedir y de paso me pienso si quiero seguir teniéndote entre mis amistades- escribió el chico a quien a pesar de las horas, aún le quedaban ganas de seguir bromeando un poco más. –Bueno, igual quien no quiere tener entre sus amistades a un metrosexual soy yo- contestó Mariela. –Ok, pues ya mañana vemos si nos saludamos- concluyó Dylan quien cerró la conversación, sorprendido por el grado de complicidad al que había llegado con aquella chica.
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Cuando volvamos a nacer -parte I-
RomanceExiste una leyenda oriental sobre un hilo rojo que nos conecta en su otro extremo con aquella persona con la que estamos destinados a encontrarnos. Según esta antiquísima historia, cada vez que nace un bebé, un anciano baja desde el cielo para atar...