Existe una leyenda oriental sobre un hilo rojo que nos conecta en su otro extremo con aquella persona con la que estamos destinados a encontrarnos. Según esta antiquísima historia, cada vez que nace un bebé, un anciano baja desde el cielo para atar este hilo rojo del destino a su dedo meñique. Este hilo podrá estirarse, podrá encogerse, podrá enredarse... pero jamas se romperá, uniendo así un alma en cada uno de sus cabos, destinadas a encontrarse cuando sea el momento adecuado.
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