CAPÍTULO - 21

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- ¿Qué haces aquí? - le pregunto directamente apenas se abre el ascensor

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- ¿Qué haces aquí? - le pregunto directamente apenas se abre el ascensor.

- Quiero hacerlo diferente contigo. Te dare más.

- ¿Q-qué? - las palabras no me salen. La garganta se me a cerrado.

- Traje el contrato conmigo y estoy dispuesto a hacerle todos los límites y todo lo que me..

- ¿De qué contrato hablas? - lo interrumpo.

- ¿No sabés del contrato? Es un contrato en que el am... - se queda callado antes de seguir y se masajes la frente con su mano derecha.

- Perdóname. Por supuesto que no sabes de un contrato. Nadie en contra de su voluntad hace un contrato. - gruñe enojado y se aprieta el tabique de la nariz con sus dedos pulgar e índice.

- Aún no te entiendo pero igual necesito que te vay...

- ¡Por favor! Permíteme solo cinco minutos y luego me voy. Te lo prometo.

- Bien - gruño. - Pero aquí no podemos, dos amigas se quedaron a dormir y no nos pueden oír ni ver con esto. Ven, acompáñame.

El asiente y me sigue por el pasillo hasta que llegamos a mi cuarto. Abro la puerta y entro.

- Cierra la puerta con seguro cuando entres. - le pido.

Escucho como la cierra y luego el Click al ponerle el seguro.

- Deberíamos sentarnos. - le digo.

Salimos a la terraza del cuarto y nos sentamos en un par de tumbonas que tengo ahí.

- ¿De qué quieres hablar? ¿De qué es ese contrato? - hablo una vez que ya ambos estamos acomodados.

- Se supone que cada amo debe hacer un contrato con su sumisa estipulando las reglas, límites, objetos que se utilizarán, grado aceptable de dolor para la sumisa, etc. Pero bueno.. - se le tensa la mandíbula - Eso es lo que vengo a ver contigo. Estoy dispuesto a darte más.

- ¿Qué es "más" para ti?

- Yo nunca me había relacionado con ninguna mujer que no fuera mi sumisa, hasta que llegaste tú. Con ninguna mujer había follado o dormido en mi habitación, hasta que llegaste tú. A ninguna mujer le había suplicado. - una risita sale de él - Hasta que llegaste tú. Todo el tiempo te he dado más sin verlo y por eso es que estoy dispuesto a negociar todo lo que me pidas de este contrato para que te sientas lo más cómoda posible. No tienes una idea de lo que te deseo.

Me quedo viéndolo a los ojos y una sonrisita se me escapa.

- ¡Es más! Podemos empezar con que una vez a la semana salgamos a donde tú quieras. Lo que quieras, cine, patinaje, cena...

- Eso me parece muy bien. - le sonrío.

El me giña un ojo y abre el juego de hojas que tiene en las manos. Cuando ya lo tiene en una página en específico, saca una pluma de su saco y escribe lo dicho antes.

"El Sufrir de Anastasia" EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora