11. Noche melancólica

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Julián Álvarez.

2/2.

Nos atendió una camarera e hicimos nuestros pedido y automáticamente se fue. Obviamente yo me pedí algo tranqui, como un pibe básico que soy; pizza con queso de cabra. Mar se pidió algo así como verduras, es decir; algo vegano. Para Agos pedimos pollo con papas fritas, según la madre dijo que es su plato favorito y es lo único que come así que, pedimos eso.

Ver a las dos mujeres más importantes de mi vida enfrente mío, me generaba mucha paz. Sinceramente, creo que ya encontré mi lugar. Ya sabía que Mar era mi lugar, pero después aquellos temas tuve mis inseguridades, pero ahora que la veo sentada enfrente mío esperando a que llegue el pedido, vuelvo a sentir lo que probablemente sentía hace un par de años. El sentimiento nunca murió, sino que intente de ocultarlo e ignorarlo de diferentes maneras, pero aún así, nunca lo logré porque siempre había algo que me hacía recordar a ella; la comida, los gustos, la siesta, los jugos, las preguntas, los goles, todo, absolutamente todo. Siempre había algo que hacía que ella volviera a estar en mis pensamientos, así hasta que volvía a lograr que por unos días no lo estuviera. Pero ahora me doy cuenta que nunca pude olvidarme de ella del todo. Siempre que lo estaba haciendo, volvía de una u otra manera.

Ver a Agostina comer las papas fritas con la mano, me causaba gracia, pero además de eso, me daba mucha ternura. Es una niña muy tierna aunque parezca que tiene un carácter fuerte. Siento que hay algo dentro de ella que la hace fuerte, que hace que se mantenga fuerte.

A esta altura he llegado a pensar en que hubiera sido si yo nunca me hubiera ido. La hubiera visto crecer, nacer, dar sus primeros pasos, oír sus primeras palabras; ¿cuál habría sido?; ¿Mamá, papá?. Me hubiera gustado ver crecer sus primeros dientes, cuando empezó a comer, cuando dejó de tomar leche de su madre; hubiera sido épico ver su rostro en esos momentos porque se que ese es un tema bastante complicado, lo digo porque yo que soy el hermano del medio, me costó dejar el pecho de mi mamá. Ahora mismo deseo tanto haber podido estar con ella, con Mar. Hubiera sido todo perfecto, pero bueno, las cosas no se dieron como quisimos o como esperábamos, pero... Creo que reencontranos fue lo mejor o eso creo.

—Juli —oír su voz me saca de mambo y entonces levanté la cabeza para verla—, la cuenta, Juli, la cuenta.

—Ah, si —reacioné sacando mi billetera para pagar.

Cuando me di cuenta, Agostina estaba dormida sobre los brazos de Mar. Se veía tan linda con los ojos cerrados. Probablemente fue un día largo para ella y si, lo fue para todos. Una vez que pague la cuenta, le pedí a Mar cargar a Agos para salir del restaurante, ella me lo permitió y entonces caminamos juntos hasta el auto.

—¿Tarde se duerme siempre? —pregunté mirándola.

—No, suele dormirse tipo diez y máximo a las once, hoy estaba muy feliz y debe ser por eso que no le dio sueño —respondió ella mirándome con media sonrisa.

—Si —sonreí al saber que mi hija estaba feliz.

Una vez que llegamos al auto, Mar se subió y sostuvo a nuestra hija en sus brazos para que no se despierte poniéndola atrás. Yo me apure a conducir hasta su departamento. El viaje fue silencioso.

La cabeza iba a mil. No dejaba de pensar en todo lo que había pasado con Mar hace unos años. Probablemente, hubiera sido la persona más feliz del mundo si no hubiera habido malos entendidos. En realidad no quiero pensar en el pasado. Pasaron tantas cosas de las que ni siquiera me quiero acordar. Le miró a Mar y está tan grande. La última vez que le vi fue hace más de dos años, era una niña todavía por así decirlo. Tenía el físico menudo como una niña. Ahora veo que no creció mucho, pero si al ser mamá sus músculos se reforzaron, creo yo.

Agostina | Julián Álvarez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora