Cuando, dónde y como el amor quiera - Factor R

¡Alguien que la pare!

Departamento de Rocio – Viernes a la tarde noche

Rocio y Emma llegaban al fin después de un largo día a la puerta de su casa. La pequeña Emma no sólo había tenido que soportar toda la mañana el acoso de sus amigovios, que si se sienta con Diego, que si habla con Mara, que si le regala un chocolate a Bella, lo cierto es que de tanto poner en práctica las lecciones de Rivers la niña se había llenado de novias y novios celosos. A esto se le agregaba el interés desmesurado de la Maestra Makis por su madre, que cada vez más le insistía a la niña para que Rivers volviera a dar otra clase. Por su parte Rocio, no sólo tuvo que encargarse de que todo estuviera perfecto para la sesión del día siguiente, sino que tuvo que esquivar a los cientos de periodistas instalados en la puerta de su estudio, sin contar que tanto Vicky, su abogada, como Renata se la pasaron todo el día contestando y desviando llamadas de la gente interesada en tener entrevistas de ambas juntas. De más está agregar que ambas sufrían de Samytis aguda severa, sumado a que por problemas en la línea no pudieron hablar con la rubia después del partido y que para colmo la castaña se había encargado de hacerle ver a su niña que no puede jugar con los sentimientos de Rivers aceptándola como madre un día y rechazándola al otro haciendo que la pequeña se sitiera aun peor. Por todo esto se podía concluir que el humor de las Torres no era el mejor.

-Subes a tu cuarto, te cambias y bajas a tomar comer – ordenó con su voz suave y cansada Rocio a su hija mientras abría la puerta de su casa para dejar pasar a la pequeña.

-Mami... - Emma se había quedado quieta. Apenas hizo dos pasos hacía la sala pudo ver dos cajas enormes, una al lado de la otra, envueltas en papel de regalo y con un moño gigante. Una de las cajas decía "Cangurin" y tenía varios agujeritos en la tapa. Y en la otra se podía ver un pequeño cartel con la leyenda "Su majestad" Madre e hija se miraron. Por los nombres puestos, no podían ser de otra persona que no fuera Rivers. De repente del regalo de Emma se pudo escuchar un débil ladrido. Rocio no pudo evitar sonreír cuando su hija le agarró la mano temerosa.

–Emm ¿por qué no te fijas que es? – la castaña ya lo presentía.

-¿Puedo? – Emma todavía no sabía en que estado estaba la situación con su madre.

-Por supuesto. Anda... ábrelo – la animó su madre. La realidad es que Rocio tenía miedo que el perro se asfixiara en la caja. Pues la pequeña no perdió más tiempo. Se abalanzó sobre el paquete. Sacó la tapa y a los pocos segundos tenía en sus manos un cachorro

–¡UN PERRITO! – el cachorrito de patas negras, y el resto gris , miraba a sus nuevas dueñas expectante.

-Tiene una nota en el collar – le dijo la adulta que todavía no sabía si iba a matar a Rivers por esto o a amarla aun más.

-A ver – La niña agarró el papel riendo porque el cachorro aprovecho para lamer su manito – "Me dijo una rubia que puedo quedarme contigo ¿Es cierto? P.D. siempre y cuando tu mamá acepte" - Emma inmediatamente miró a su madre poniendo exactamente la misma cara que tenía el perrito. La verdad es que a la castaña nunca se le pasó por la cabeza decir que no

–Por supuesto que si – dio su permiso.

-¡Bien! – Festejaba la mini castaña saltando para todos lados mientras el animal ladraba – Ahora te toca a ti – le dijo a su mamá señalando el otro regalo y tratando de esquivar los lengüetazos que le tiraba el perrito. Rocio inspeccionó el paquete, en realidad tenía miedo que no fuera apto para todo público. Esperó a que su hija se entretuviera con el animal pero en vez de eso tanto la niña como el perro la miraban con curiosidad.

-¿Qué esperas mamá? – preguntó Emma ansiosa. El perro le ladró. No podía echar a su hija de la sala ¿cierto? Fue hasta el paquete y abrió la tapa lentamente para poder mirar en su interior