dragon queen. (house of the dragon)

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QUERIDA MADRE

Aemma sostuvo a su pequeña hija con ojos llorosos, su niña preciosa, su Rhaenyra. Suya y de nadie más. La adoración de sus ojos, el amor de su vida, la niña por la que daría la vida. Viserys había intentado sostenerla, pero ella no lo dejó, quería sostenerla un poco más, tenía miedo de dejarla ir y que se desvaneciera en el viento. Sentía tanto amor por su hija que llegó a pensar que su corazón estallaría en cualquier momento y su dulce Rhaenyra solo la miraba con sus preciosos ojos violetas que parecían estar llenos de conocimiento, como si supiera que era su madre y que la amaba con intensidad. Le costó dejarla ir de sus brazos por primera vez y todas las veces que siguieron porque nunca quería separarse de su pequeña princesa y Rhaenyra lloraba si la alejaban del cálido pecho de su madre.

Rhaenyra nació en medio de confusión, cuando abrió los ojos por primera vez esperó ver el techo de piedra de Dragonstone, esperó estar sola en su habitación como siempre. Sin embargo, lo único que vio fue luces, rostros moviéndose frente al suyo y finalmente un par de ojos azules que desbordaban amor. El cabello blanco característico de los valyrios enmarca un rostro amable y de mirada amorosa, no sabía quién era, pero le transmitía una paz que hace mucho no sentía. Su cuerpo se sentía cálido y relajado cuando estaba en sus brazos, como si inconscientemente supiera que esta mujer desconocida iba a protegerla del mundo exterior.

—Rhaenyra—llamó con su voz dulce—, mi dulce Rhaenyra—un beso fue dejado en su mejilla regordeta—, mi pequeña princesa.

Estaba acostada sobre su espalda en la amplia cama que al parecer pertenecía a sus padres, o al menos a los padres que le tocaron en esa vida. Viserys Targaryen y Aemma Arryn, primos-esposos, príncipes del Reino y por lo que logró escuchar a medias los futuros reyes de Poniente. O al menos lo eran porque su padre era hijo del heredero, eso la hacía heredera de una forma u otra y pelearía por ese derecho de ser necesario.

Su tiempo como una bebé dependiente de su madre fue, sorpresivamente, calmado. Aprendió a hablar, caminar, correr, y valerse por sí misma una vez más. Su madre estuvo a su lado en cada uno de esos logros, sosteniéndola y sonriendo con orgullo. Se reencontró con Vhagar a los dos veranos, su abuelo Baelon era el jinete de la dragona que apenas la tuvo cerca no dejó de olfatearla como si quisiera confirmar que era ella. Tenía un huevo de dragón en su cuna, un recordatorio de que no podía tener a su vieja compañera, al menos pensó eso hasta que cumplió los cuatro veranos y su abuelo falleció. Las circunstancias de su muerte fueron extrañas y eso fue lo que impulsó su intervención en la corte. Era una niña, nadie la tomaba en serio, incluso cuando reclamó a Vhagar una luna después de la muerte de Baelon.

Cruzaron la ciudad juntas una vez más y Visenya se sintió en casa.

Sus días se basaban en seguir a su padre a las reuniones del concejo, ir a la biblioteca en busca de información, volar con Vhagar, y pasar tiempo con su madre. Era mucho para una niña de cuatro veranos, pero Visenya no era débil y podía con ello. Aprendió todo lo que pasó tras su muerte, lo que pasó con su hijo, el reinado de Jaehaerys y todo lo que siguió hasta la fecha de su nacimiento. Las septas estaban impresionadas con su habilidad de leer y escribir a la perfección a temprana edad, habilidad que utilizaba para zafarse pronto de las clases que no quería tomar. Las únicas clases que le interesaban eran las que se llevaban a cabo en el campo de entrenamiento, clases que tomaba gracias a que pudo manipular a su padre para que la dejase. Sir Harrold la ayudó con eso al ofrecerse a entrenarla él mismo.

Extrañaba su fiel espada, pero ahora tenía otro dueño, tenía que ganarse el derecho de conseguir otra espada.

A los diez veranos le obsequió su huevo de dragón a Laena Velaryon quién se convirtió en su mejor amiga tras ayudarle a robar libros de la biblioteca. Laena era la mayor de los hijos de Lord Corlys Velaryon y la Princesa Rhaenys Targaryen. Una joven hermosa, con cabellos ondulados blancos y ojos morados brillantes. Era mayor que ella por dos veranos, pero aún así lograron llevarse bien, Laena la trataba como a una hermana menor y Visenya la veía como una hermana más, llenaba parcialmente el vacío que Rhaenys había dejado.