Pretty Ꞝ Sahyo

cuarenta¡!

—Voy a salir a comprar unas cosas, no tardaré. Jihyo siéntete como en tu casa y no hagan co-

—¡Papá, solo vamos a estudiar!— interrumpió Sana aturdida por las palabras que estuvo a punto de soltar su papá. Luego de despedirse finalmente solo quedaron ellas dos en la casa.

—Bien... Vamos a mi habitación— habló la rubia siendo seguido por la pelinegra.

Al ingresar, Sana se dirigió a su escritorio de donde tomó varias libretas y hojas sueltas, y se dispuso a buscar algunos lápices y marcadores, mientras tanto, Jihyo ya se había acostado sobre la cama a la vez que miraba el techo, estiró su cuerpo resignada a tomar una siesta ahí mismo.

—Mejor vamos a dormir, ya no quiero estudiar.— aunque su plan fue rechazado luego de que varias hojas cayeran a su cara.

—Nah, ya saqué las cosas— Park rodó en la cama. —Anda Jihyo, si acabamos más rápido será mejor.

Finalmente Jihyo se sentó sobre la cama y entre ambas comenzaron a revisar los apuntes que tenía Sana. A la pelinegra le sorprendía la organización que llevaba la chica sobre sus cosas, además siempre pensó que tenía una letra muy bonita. Después de que pasaran 15 minutos aproximadamente, Jihyo ya había apartado su mirada de las letras para darle un descanso de, seguramente, una hora a sus ojos.

Miró a su lado derecho encontrando una tierna vista. Sana leía las hojas en sus manos con el ceño fruncido levemente, el inconsciente puchero en sus labios complementando perfectamente su estado de concentración.

Sonrió.

Llegó a esos recuerdos de cuando veía a su mejor amiga colorear con su lengua afuera y sus ojitos entrecerrados, haciendo una mueca divertida con la que él le hacía burla.

Luego de ese momento, decidió echar un vistazo a los apuntes en posesión de la rubia, siendo que se inclinó despacio cerca del hombro contrario para poder tener una mejor vista; Sana sintió una presencia cerca de su hombro y por instinto volteó su cabeza con la intención de dirigir su mirada hacia el objeto que había provocado dicha sensación.

La pelinegra también giró su cabeza al percatarse del movimiento y entonces sus ojos se encontraron, escasos centímetros separaban sus rostros y eso provocó que quedaran estáticas, sin saber qué hacer. Nunca habían estado así de cerca la una de la otra, sus ojos no podían romper el contacto por más que quisieran, ninguna sabía a qué otro lado mirar.

Nunca le había prestado mucha atención a los rasgos característicos de su rostro, ni al brillo de esos ojos que solo se hacía presente cuando ella estaba cerca, ni a su naricita complementando su etéreo perfil, y de repente aquella carita frente suyo se volvía la vista más bonita que hubiera visto alguna vez en su vida.

Park fue la primera en apartar su vista de la contraria, sin embargo, su nuevo objetivo había sido su peor elección. Fue cuando Jihyo dejó de mirar los ojitos de Sana para terminar con la mirada sobre sus labios, aquellos rosados y lindos labios.

No sabía lo que estaba haciendo, extrañamente los pensamientos en su cabeza solo le recalcaban la escasa distancia a la que estaban sus rostros y no sabía cómo sentirse al respecto.

Sana no hizo más que permanecer en su sitio, su corazón latiendo muy rápido, sus ojos brillando y la sensación de la cercanía de ambos, donde la pelinegra poco a poco estaba acercándose y...

—¡Shibaa! ¡Llegué con las compras!— la presencia de una tercera persona en la casa las sacó de tal ensoñación.