6. Sed

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Hilaria estaba postrada en su cama, hace ya más de una hora que veo la sangre gotear lentamente y caer por el tuvo hasta su pequeño y frágil brazo. Sus pequeños labios gimotean el nombre de Amalia a pesar de estar dormida, susurra que la necesita, que ella tiene la cura. Estamos solos en la habitación, ella descansa mientras que yo no paro de pensar en Celeste y lo sucedido horas atrás. Desde que la deje allí en la biblioteca no he vuelto a saber nada de ella, tampoco pretendo cruzármela, estoy destruido, no me esperaba este sentimiento tan asfixiante, sus palabras fueron como un balde de agua fría cayendo sobre mí, sus mentiras sobre Amalia fueron la parte más dolorosa de todo esto puesto a que según ella, nada entre los dos había pasado. ¿Cómo se atrevía a negar que algo había pasado entre los dos? ¡Era algo bonito lo nuestro, algo lindo que cuidaba con sumo cuidado! Tenía miedo de cagarla, arruinar esta bonita relación, pero al final lo hice, cuando tomó mi sangre supe que estaba condenado muy en el fondo porque sabía que vería a través de mí y sentiría cuanto añoro a Amalia, cuanto amo a Amalia y cuanto me duele la perdida de Amalia.

Haber bebido mi sangre fue la condena de esta relación. Mi querida Celeste, perdóname por no amarte como tu querías que te amara, perdóname por estar embelesado con la belleza de Amalia, por estar completamente hipnotizado por su sangre, completamente a sus pies. Lamento que tuvieras que ver ese lado mío, es que no puedo aun si lo intento dejar de pensar en Amalia, ¡No puedo quitármela de la cabeza! ¡Amalia es mi maldita condena!

Simplemente recordar sus tersos labios, recordar su sutil contacto cuando acarició la herida de mi mano, cuando entrelazó nuestros dedos, recordar esos ojos llenos de dolor provocan un sufrimiento indescriptible en mi interior, deseo, anhelo poder estar con Amalia, que todo vuelva a ser como antes, deseo tenerla a mi lado con locura.

Nunca hemos estado tan separados como lo estamos ahora, desde el momento en el cual llegue a su vida, siempre había permanecido a su lado como su fiel caballero, hasta que Alexander la secuestró y hasta ahora, el simple hecho de que ella haya decidido apartarse por su propia cuenta es algo que no puedo tolerar. Antiguamente, cuando aún nada de esto había sucedido, mi relación con Amalia era sincera y pura, solíamos pasar horas y horas en el patio del palacio, ella tocaba el violín y yo la oía encantado, Amalia solía interrumpir sus serenatas para intercambiar miradas conmigo, miradas intensas y lujuriosas, miradas de un pecado que no podíamos cometer.

Era un secreto a voces que ambos solíamos quedarnos mirándonos con esa intensidad, con ese deseo creciente en nuestros corazones, más no actuábamos por respeto mutuo. Antes de todo esto, no había podido tocar a Amalia como lo hice en varias ocasiones, besarla, tocar su cabello, incluso una leve caricia era un pecado y podía ser castigado.

¿Qué me sucedió entonces? ¿Porque cuando la reencontré fui capaz de interrumpir su pureza tocándola sutilmente? Nuestros roces fueron escalando hasta el punto de besarnos, hasta el maldito punto de morderla, hasta condenarnos al mismísimo infierno donde arderíamos sin piedad. Pero yo, muy en el fondo, había podido cumplir mi más grande deseo, si, besarla siempre fue mi sueño, poder tocarle una mejilla, poder acariciar su suave piel, poder susurrarle palabras al oído, siempre había deseado tener a Amalia bajo mi cuerpo, oírla gemir por el contacto de mis colmillos contra su piel, sentir su cuerpo estremecerse bajo mi cuerpo, ese sutil y para nada puro pensamiento hacía que mi sangre gritara con desesperación, el incendio comenzaba en mi corazón y se esparcía rápidamente por todo mi cuerpo anhelando con locura volver a tenerla de esa forma tan íntima y especial, ya nada me importa, solo tenerla bajo mi piel, anhelo con locura poder volver profanar los labios puros de mi amada princesa de porcelana, no hay nada más en este mundo que desee que volver a beber su sangre.

Su dulce y sabrosa sangre, su exquisita y anhelante sangre, joder, simplemente en pensar en el olor de Amalia hacía que mi garganta comenzara un incendio, necesito volver a probar su sangre con locura, necesito a Amalia. El sabor de su sangre era algo inexplicable para mí, el sabor de su sangre era tan deliciosos que incluso la sangre normal tomaba un asqueroso sabor al beberla y no me satisfacía en nada, empeoraba la sed. Cuan afortunado fui al poder probarla, al alimentarme de ella, en su momento no aproveché queriendo apartarme, me arrepiento, quiero volver a beber su sangre, quiero... desangrar a Amalia hasta llevarla a su muerte.

El caballero vampiro [Trilogía EDDA #2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora