8. Reencuentro

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Su cabello cobrizo lentamente cambió de tonalidad, volvían a ser hebras doradas relucientes las cuales ondeaban como una hermosa catarata tras de sí, sus ojos rojizos intensos se apagaron y volvieron a su hermosa, exquisita tonalidad grisácea. Su cuerpo se tambaleó levemente mientras recorría con la mirada el desastre que había quedado por limpiar. El crepúsculo cayó sobre ella, las tonalidades rojizas y naranjas se reflejaron en su catarata dorada, el sol se iba escondiendo, la princesa de la noche observó el cielo con cierta añoranza, el día acababa y la eterna oscuridad volvía a reclamarla como su reina. No había imaginado jamás que nuestro próximo reencuentro sería tan pronto, no obstante, había una sensación diferente a aquella vez en la cual nos encontramos de casualidad, Amalia estaba total y completamente despierta, no adormilada ni atontada por la sangre recién bebida, su mirada había cambiado, ya no era una mirada amable y gentil, era una mirada dura y llena de dolor la que dominaba sus ojos grisáceos.

La nostalgia invadió sus ojos, el ocaso iluminó su precioso rostro, este brilló y la ilusión óptica apareció, parecía que lentamente donde brillaba, se quemaba, fue una escena magnifica de ver, su belleza se realzó, ella era sin dudas alguna el vampiro más hermoso que había conocido en todos mis años de vida, una agraciada muñeca de porcelana, frágil y magnifica, el crepúsculo solo intensificaba su belleza, los ángeles estarían celosos de ella.

De pronto, sus ojos se posaron sobre mí, brillaron por un breve instante en lo que inclinaba su cabeza, el viento despeinó su melena rubia nuevamente y su aroma a rosas me alcanzó, me costó reincorporarme, mi mirada se posó sobre ella y mi corazón dio un vuelco en cuanto comenzó a caminar en mi dirección, sus agraciados movimientos de cadera al caminar, el cómo el viento despeinaba su cabellera e intensificaba su delicioso aroma, la falda levantándose levemente exhibiendo sus muslos y aquella mirada desafiante no hizo más que hipnotizarme, hacer que perdiera casi por completo el aliento. La sed de sangre se incrementó nuevamente y mi sangre tiró de mi ser en su dirección, me exigió correr a su lado, beber su sangre, saciarme hasta con la última gota de su ser. Pero permanecí quieto, sin poder moverme, observando el como ella se acercaba a mí.

El helicóptero nos sobrevoló y así como apareció, comenzó su marcha de regreso. Fue un breve instante en el cual me distraje y bajé la guardia, pero ese instante bastó para que mi amada princesa de los vampiros, con agiles y nada predecibles movimientos apareciera frente a mi proporcionándome una patada que me estampó contra un árbol, antes de que pudiera reaccionar, de que el aire saliera por mis pulmones ella me acorraló contra el árbol y apuntó su arma en mi cuello enfurecida.

Sus ojos chispearon llamas, incluso de esta forma, enojada, al borde de dispararme, seguía siendo una criatura hermosa. Sus grisáceos ojos brillaron levemente, el fuego se reflejaba en ellos, un fuego incontrolable, salvaje, un fuego capaz de incendiar todo a su paso y no dejar más que cenizas, imposible de extinguir. Feroz, como ella lo era.

— ¡Tú me mentiste! —exclamó ella notablemente alterada.

— ¡Y tú te fuiste! —contraataqué de inmediato, ella arrugó la nariz, que hermosa se ve cuando hace eso.

— ¡Ocultaste mi verdadera edad!

— ¡Me dejaste tirado!

— ¡No me seguiste!

Esto parecía sin dudas algunas una pelea de niños, con armas de fuego de por medio. La cercanía que tenía con Amalia en este momento era tal que podía sentir su calidez cerca de mí, me tomó de la camisa enfurecida. Su rostro estaba cerca del mío, sus húmedos y carnosos labios estaban arqueados en una mueca singular, mechones rubios de su cabello caían con elegancia sobre su feroz y atractivo rostro, tan hermosa, tan particular. El despertar de su vampirismo había hecho que la belleza de Amalia se multiplicase, era simplemente perfecta ante mis ojos.

El caballero vampiro [Trilogía EDDA #2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora