Capítulo 3

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Y si un día tienes que ser valiente, mira al frente y recuérdate que la vida es una.

—Sí.

La respuesta abandonó mis labios al mismo tiempo en el que lo pensé. Marco escupió el líquido que estaba tomando de su botella y comenzó a toser mientras se pegaba en el pecho con un puño para tratar de aclararse la garganta. Lo observé preocupada y durante un instante me sentí tentada a darle un par de palmaditas en la espalda para que se recuperara, pero me contuve.

Entonces me miró como si mi respuesta lo hubiera asustado, tenía los labios entreabiertos y su mandíbula casi tocaba la mesa. Entonces desvié la mirada y decidí que debía armarme de valor ya que lo había dicho.

—Si me lo preguntas, es porque ya lo sabes.

Respiré hondo, tratando de que la inesperada aceleración de mi corazón no me provocara un desmayo ahí mismo. Mi espalda se tensó y comencé a jugar con la punta de mis uñas mientras los brazos se me acalambraban.

Había pasado 3 años enamorada en secreto de él, contemplándolo desde la distancia y fantasenado con la idea de que algún día seríamos algo. Siempre había estado esperando la oportunidad perfecta para hacerle saber que me gustaba, pero aquella oportunidad jamás había llegado. En vez de eso nos habíamos graduado y cada quien había tomado su camino en la vida.

Y si había algo de lo que de verdad me arrepentía, era de nunca haberle dicho que me gustaba.

¿Qué más daba si me rechazaba? ¿Si se burlaba o le daba igual? Al menos, el haberle dicho en su momento lo que sentía, le hubiera dado paz a mi alma, porque no me hubiera quedado durante años con la terrible sensación del hubiera. Tal vez por eso el destino lo había puesto de nuevo en mi camino, para que tuviera la oportunidad de decírcelo y entonces seguir con mi vida.

Tal vez eso era lo último que necesitaba de Marco. Tal vez si me sinceraba, entonces podría por fin cerrar esa puerta y no volver a pensar jamás en él de esa forma.

—Lo cierto es que sí me gustabas. —Sonreí, sintiendo mis mejillas calentarse—. Mucho, de hecho, pero nunca fuimos ni siquiera amigos. Así que tenía claro que solo era algo platónico y que jamás sucedería nada.

—Alessa...

—No —lo interrumpí y me puse de pie—. No te sientas comprometido a decir algo. Fue en el pasado, ya lo superé. No es la gran cosa ahora.

Sentí la intensidad de su mirada sobre mi rostro, pero no fui capaz de devolverle la mirada, en su lugar me colgé sobre el hombro mi bolsa mientras sentía mis manos temblar. Respiré hondo e ignoré el escalofrío que recorrió mi cuerpo para forzar una sonrisa.

—Ya no me gustas, Marco. Dejé de pensar en ello después de la graduación —lo medité un instante y apreté el tirante de mi bolsa—. Aunque si saberlo te incomoda y no quieres que participemos juntos en el concurso, lo entenderé.

Comencé a caminar hacia la salida, Marco se puse de pie, su rostro lucía un tanto perdido, como si intentara recuperarse de un repentino shock, pestañeó un par de veces antes de mirarme.

—Solo hazmelo saber —estuve dispuesta a marcharme, pero me detuve al recordar algo—. Ah, y no lo olvides, dijiste que tú invitabas la comida.

Entonces salí del establecimiento y para mi sorpresa, un gran peso del que no había estado consiente, finalmente abandonó mi cuerpo, dejándome una sensación de ligereza similar a la libertad. Sonreí, después de todo no había sido tan malo decirlo en voz alta, al menos ahora podía tener la tranquilidad de que por lo menos el nunca haberlo dicho se había convertido en sí haberlo hecho.

Lo que nunca seremos✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora