Capítulo 12

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Maratón 2/3
De heridas sanadas y otras no tanto.

—¡¿Ya ves cómo si me odias?!

Marco me miró frustrado cuando di un pisotón al suelo a manera de berrinche. Las lágrimas se acumularon en mis ojos y me sentí más miserable que nunca. ¿Por qué la vida me odiaba tanto? ¿Por qué me sentía como una trágica doncella abandonada a su suerte?

—Por tercera vez, Alessa. No puedes darme tus zapatos.

—¡Pero los tuyos están llenos de vomito! Mi vomito, dámelos ya. Quiero mi vomito de regreso.

Me abalancé sobre los pies de Marco, dispuesta a sacarle los zapatos a la fuerza, pero en el último instante el peso me ganó y terminé yéndome por completo hacia adelante. Mi frente impactó contra la acera y solté un grito de dolor mientras me sobaba la frente. Seguro que se me había puesto una mancha rojiza en esa zona.

—¿Estás bien? Déjame ver —Marco miró mi frente preocupado y me tocó la cara—. Hay que ir a una farmacia. Te bajaré la borrachera.

Lo detuve por la manga del suéter, lanzándole una mirada asesina.

—Esto es tu culpa, eres un idiota.

—Lo sé, me lo has dicho treinta veces en todo el camino.

—¡Quítate los zapatos! Ya te dije que puedes usar los míos.

Intenté sacarme los tenis, pero las agujetas no parecían dispuestas a ceder. Carajo, ¿siempre había sido así de difícil desatarlas? La cabeza me pesaba demasiado mientras trataba que mis manos estuvieran coordinadas.

—Y yo ya te dije que ni siquiera me quedan, tienes unos pies pequeños —sonrío mientras yo seguía peleando con mis tenis en el suelo—. Además, no andarás descalza.

—Pero tus zapatos tienen vómito...

—No moriré por ello.

—Que mal, yo sí quiero que mueras.

Marco levantó una ceja y no pude evitar el impulso de sacarle la lengua. Estar ebria me permitía ser más honesta de lo que me gustaría.

—Te lo mereces por...

—¿Idiota?

—Iba a decir imbécil, pero sí.

Se puso de pie y me tendió una mano que aparté de un manotazo. Estaba tan enojada que quería golpearlo, pero otra parte delirante de mí también quería besarlo. ¿Cuál de las dos ganaría?

—Mejor vete con tu novia, tu amiga estará bien sola.

Por lo visto, me ganó el orgullo. Marco soltó un suspiro suplicando paciencia y volvió a tenderme la mano, que de nuevo aparté de un manotazo. Lo que menos quería era su ayuda.

—Ya lo decidí. No me moveré de aquí si no me explicas esto. —Me crucé de brazos muy decidida—. ¿Soy solo tu amiga? ¡Mentiroso! Si lo soy no debiste besarme...

Técnicamente yo lo había besado primero, pero ese no era el punto.

Me dejé caer por completo sobre la acera, quedando boca arriba mientras miraba el cielo repleto de estrellas. Bueno, en realidad no había estrellas debido a la contaminación, pero finjamos que había para darle más dramatismo.

Un mosquito me pasó volando por la cara y el hecho de pensar que quizás él no era presentado solo como un amigo ante otros mosquitos me hizo soltarme a llorar de golpe. Era más patética que hasta un mosquito. Intenté matarlo en venganza con un manotazo, pero logró escapar a tiempo.

Lo que nunca seremos✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora