Capítulo 22

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¿En qué momento la vida debería avisarte que puedes colapsar? Estar hundido no es sinónimo de tocar fondo, no cuando siempre puedes caer un poco más.

—Señorita Fortuna, ¿es cierto lo que se está diciendo sobre su madre en internet?

Pensé que tal vez la vida no era tan mala, que la felicidad que había estado sintiéndo en todos esos días me haría sobrevivir para siempre, pero tarde o temprano la realidad te golpea para demostrarte la verdad. Mi vida nunca había sido extraordinaria, no era la clase de chica que se rodeaba de las personas correctas.

—¿Es verdad que usted intimidó y agredió a aquella chica?

Uno de los reporteros se puso delante de mí, su cámara centelló aturdiéndome un instante y otro sujeto me golpeó con su micrófono en un intento desesperado de que hablara. Me sentía jodida, estaba rodeada de tantos desconocidos que no hacían nada excepto sofocarme.

—¡Dejénla en paz!

Alguien me sujetó por el brazo, empujó a las periodistas y me hizo seguirlo. Era Jacy, llevaba una gorra negra para cubrir su rostro y una ropa desaliñada que demostraba la falta de tiempo que había tenido antes de llegar ahí. Los periodistas comenzaron a seguirnos, pero en ese momento el Jeep, que ya me resultaba tan familiar, apareció en mi campo de visión. Mi hermano me hizo subir y cerró la puerta para ocultarme de la multitud.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué estás manejando el carro de Everett?

—No hay tiempo de explicarte, tenemos que ir al juicio.

—¿Juicio? ¿Qué juicio? No entiendo nada de lo que estás hablando.

—Alessa... —Sus ojos parecieron desesperados mientras encendía el auto—. ¿Qué fue lo que sucedió entre tú y esa chica?

Sentí que mi pecho se apretaba, podía soportar que todos en internet me insultaran y no creyeran en mí, pero no de Jacy. Necesitaba que al menos mi hermano confiara en mí. Trague grueso mientras los periodistas intentaban seguirnos.

—¿Crees que lo que están diciendo es cierto? ¿Que yo intimidé a aquella chica?

Mi teléfono sonó, tenía 21 llamadas perdidas de Marco, con los dedos temblando apagué el móvil y me revolví el cabello. No quería hablar con nadie, no quería pensar en nadie. Lo único que tenía dentro de la cabeza una y otra vez era esa horrible sensación, era similar a la que había experimentado cuando mis antiguos amigos me acusaron injustificadamente. Yo siempre tendría la culpa, mi versión no importaba.

—No, claro que no, pero necesito que me digas a detalle todo.

Su rostro pareció sincero, eso me tranquilizó un poco y evitó que me soltara a llorar ahí mismo. Al menos él creía en mí.

—Ella se acercó preguntando por mamá, intentó agarrrarme del brazo y la empujé, es verdad que cayó al suelo y su cámara se rompió, pero jamás lo hice con esa intención. Le dije que se la pagaría y ella no cedió, incluso me abofeteó.

Pensé en el rostro desesperado de aquella chica, en el odio con el que había mencionado el nombre de mi madre y el estómago se me revolvió. Ni siquiera tenía idea de quién era, tampoco había tratado de encontrarle una explicación. No tenía idea de nada de lo que sucedería.

—No entiendo nada...

Jacy suspiró, sus brazos lucían tensos mientras conducía. Lo conocía lo suficiente como para saber que se estaba conteniendo de lo que realmente sentía.

—¿Recuerdas que mamá mencionó que tenía un problema en su trabajo? ¿Una chica que incluso quería demandarla?

Asentí, mamá había estado estresada por eso durante varios días, pero siempre se limitaba a decirnos que lo resolvería, que solo era una pasante tratando de llamar la atención.

Lo que nunca seremos✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora