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Hay una pequeña (grande) modificación de como las cosas pasaron en los libros, la neta no los seguí al pie dela letra, hay escenas que cambiaron su orden así que solo disfruten y no se concentren en que fue primero.


Los días pasaron y podría decir que todo iba regularmente bien y que nada había cambiado, pero no era del todo cierto.

—¿Qué tal la fiesta ayer? —le cuestioné al castaño que había ido a recogerme de mis clases.

Aunque quería creer que todo iba igual, que estábamos bien, no era así.

—Nada especial —respondió. —Me hubiera gustado que vinieras conmigo.

Una sonrisa de nostalgia se posó en mis labios y no pude sentirme más ridícula. Él estaba ahí, justo frente a mi diciéndome que hubiera disfrutado mi compañía, pero yo sentía que estaba a kilómetros de distancia y que todo se había convertido en una mentira.

Una mentira que luchaba contra mi falsa verdad.

—Lana habría estado encantadísima —dije y él sonrió.

—Si la fiesta era en tu honor —bromeó de regreso.

No respondí y el siguió conduciendo, aún nos quedaba un camino medianamente largo, así que segundos después, continuamos con una platica que cambio completamente de rumbo.

Fue de esos momentos en los que olvidaba todo. Cuando solo éramos él y yo.

—Si tuviéramos una hija, ¿Cómo la llamarías? —preguntó él.

Por alguna extraña razón, terminamos hablando de las cosas que haríamos en el futuro y aunque toda mi vida había deseado ser un alma sin ataduras o compromisos, Jack me hacía desear vivir junto a él toda mi vida.

—Elizabeth —respondí sin dudar y creo que la razón ni siquiera tengo que explicarla,

Él giró en mi dirección con cara de espanto antes de hablar. —Por favor, no me pidas que le pongamos Fitzwilliam a nuestro hijo.

Fue inevitable no reírme y sentir ternura. Ni siquiera se en que momento se dio cuenta de que libro leía, o si me precipito más, no se en que momento lo leyó.

—Podría considerarlo —bromeé. —¿Qué nombre le pondrías tú?

Dudó por un momento. —Da igual, mientras su apellido sea Page, me basta.

Sentí un rubor extenderse por mis mejillas pero antes de poder decir algo más, llegamos. No dimos ni diez pasos fuera del auto cuando, como de costumbre, Agnes se cruzó con nosotros.

—¡Mi niña! —dijo extendiendo sus brazos hacia mi. —¡Cuánto tiempo que no te veía!

Yo le ofrecí la sonrisa más genuina que tenía. Amaba a Agnes y amaba saber que ese amor era genuinamente mutuo.

—Las clases me consumen —expliqué.

—Espero que él —señaló a Jack. —Este compensando ese cansancio.

No pude evitar sonrojarme más cuando Jack pasó su mano por mi cintura. —Lo hago —dijo con una sonrisa.

Después de charlar un rato más con ella, nos despedimos y subimos al piso, aunque, honestamente yo no tenía nada de ganas de ir. Odiaba a todos en ese lugar y se que no tengo derecho de hacerlo; pero sentía que me habían traicionado.

Cuando entramos, tres personas aparecieron en mi campo de visión. Sue, Jennifer y Mike.

Vamos, cuñada... —escuché la voz de este último y sentí mis ojos arder cuando vi que a quien se refería, era a Jennifer.

DESTRÚYEME | Jack RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora