Capítulo 5

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– Fernand Lockhart –

El camino es tranquilo y sin sobresaltos, incluso si he sacado algo del banco, algo impensable en Krähennest.

He escuchado que los elfos están iniciando campañas de alianzas para proteger su poder decadente, pero eso no es nuevo, la alianza con Brinchexter ya tenía ese motivo. El reinado de los elfos llegó a su ocaso hace ya mucho tiempo, y la derrota que los llevó a aliarse fue un intento desesperado de revitalización.

En el fondo, me da pena, cuando era niño siempre admiraba la historia de los elfos y su cultura. Hoy, solo queda su sombra.

Uno de esos vehículos parecidos a carruajes pero enormes, donde caben decenas de personas recorre el centro, y me lleva hasta las afueras.

Llevo mi traje recién comprado en una bolsa, y camino por los campos de cultivo y pequeños corrales que rodean la ciudad. Pequeños muros de piedra que recorren la pradera separan cada finca, una serpiente de metal recorre el paisaje. Las vías por donde el ferrocarril circula.

Llego a un conjunto de casas algo aisladas, a una casa de dos pisos, hecha de piedra. Han habido reparaciones hace poco, y aún se pueden ver los impactos ocurridos tiempo atrás. Todo el lugar parece algo abandonado, sin vida, y es que la mayoría de sus habitantes se fueron cuando Rin atacó, por miedo.

La herrería Iron Smith, el hogar de Michelle Smith.

Tomo aire y golpeo a la puerta, no parece haber nadie, al rato, escucho pasos en su interior. Una pequeña visera se abre, clar que soy demasiado bajo para que me vean.

– Aquí abajo. – Saludo.

La puerta se abre con un chirrido, un hombre fornido y de frondosa barba, pero con mofletes de bonachón me abre la puerta. Lleva gafas de herrería como Michelle, y su misma ropa, camisa blanca y pantalones marrones. John Smith.

– Oh, Fernand. Pasa, amigo. – Me invita a entrar – Tengo algo de vino, no se lo digas a Eveline, ha salido hace poco.

– No... Estoy intentando dejarlo. Si Feanor vuelve y ve que sigo siendo un borracho, no pasaría nada, está acostumbrado, pero quiero darle una alegría.

– Tú te lo pierdes. – Vierte algo de vino en un vaso y se bebe un trago – ¿Noticias de Michelle?

– No muchas, lo último que sé es que Krähennest les estaban pisando los talones. Pero no me preocupo, Feanor no va a permitir que le pase nada... Y, bueno, yo no me metería con su hija.

– Si lo que se es cierto... Cielos, derrotó a Rin. A ese monstruo. Como padre no puedo estar más orgulloso...  Lo que me cabrea es que Krähennest y Brinchexter deberían estarle agradecidos, tratarla como una heroína, no como a una criminal.

– Le tienen miedo. Me sorprende que lo lleves tan bien.

– No te voy a mentir, cuando me enteré de que ese “viaje de negocios” era un engaño de tu hijo, que metió a Michelle en todo este lío... Me cabreé. Pero Mike me explicó que ese elfo hizo lo correcto, Michelle se había convertido en portadora, y si no hubiese aprendido a controlar a su dios, Kail-un la habría consumido. Yo, lo entiendo, no estoy contento, pero lo entiendo... Ahora, Eveline no lo está llevando tan bien

– Feanor lo intentó todo para no involucrar a Michelle... Créeme, si alguien se culpa de lo ocurrido es él, tiene esa tendencia. A veces me pregunto si hice algo mal... – Me siento en una de las sillas, tengo que escalarla para sentarme correctamente.

– Escupe. No es bueno dejarlo dentro.

– Dolby siempre fue un caso perdido. Siempre fue débil y la gente se aprovechaba de eso, quería parecer más duro, alguien importante para ganarse el respeto de los demás. Y acabó metido en mil líos criminales, borracho, drogas, prostitutas... Mafias, robos. Incluso se aprovechaba de mi dinero.

Tales of Fairy Luck: AutómataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora