Capítulo 4

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– Dolby Nächt –

El tema de los robos me tenía preocupado, ya había escuchado de esos casos cuando llegué al pueblo.

Lo que más extrañaba era que siempre entraban en la noche, sin hacer ruido. Incluso si la habitación estaba totalmente cerrada con llave.

Si decidían entrar a la casa podrían haber problemas, no eran casos aislados, sino un caso generalizado que se extendía como la peste.

Siento escozor en mis quemaduras cuando el algodón con alcohol roza mi rostro, por instinto me aparto.

– ¿Quieres quedarte quieto? – Me regaña Fey – Si pudiese hacer magia no tendría que hacer esto, así que te aguantas.

– Estaba en mis cosas... Lo siento.

– Siempre estás en tus cosas. – Murmura analizando mis heridas – En eso eres igualito a tu hermano.

– Sí. Pero Feanor es más imaginativo.

– ¿Y el otro? ¿Cómo acabó? Yo le habría metido su plato de comida por donde...

– No tenía sentido pelearme, somos los únicos elfos del bosque... No tardarían en acusarnos. Aunque Feanor sí que lo extranguló un poco, para asustarlo.

– Sois unos blandos. Ese tío tiene suerte de que yo no estuviese allí... No seguiría con la cabeza sobre los hombros. – Comenta en un tono lúgubre que me aterra hasta mí. Decido cambiar de tema

– ¿Y cómo ha ido el día?

– Normal... No te muevas, deja que te limpie esto. Y ya. – Se aparta y guarda todo el material médico – Ponte savia de junka. Ayuda.

– Cuando no estás empuñando un arma y deseándole la muerte a todo el que pase puedes ser adorable, Latrom

– Oh, soy adorable en muchos sentidos, cariño. Ahora ponte a hacer la cena, tengo hambre. Y me toca descansar.

– Sí, señora. Por cierto, dile a Festo y a Sundry que refuercen la seguridad. Están haciendo robos en el pueblo.

Fey se queda descolocada.

– ¿Tan serio es?

– No tengo ni idea. Mañana voy a empezar a investigar el asunto...

– Te lo dejo. A mí las investigaciones me aburren.

Un ligero estruendo capta nuestra atención, de los armarios caen algunos objetos. Y a los pocos segundos, todo el interior del armario se desmorona, en su interior, entre el ruido de cacharros y madera, se escucha un chillido.

Fey abre el armario preocupada, en su interior hay una nube de polvo, y entre el polvo en suspensión, Khara se encuentra encogida y algo magullada. Se acaricia su espalda dolorida, al darse cuenta de que estamos mirándola, trata de actuar inocente.

– Estábamos jugando al escondite. ¡Adiós! – Exclama tratando de irse, Fey la agarra de la piel del cuello como si fuese un cachorro y la levanta con una sola mano. Khara se da cuenta de que no tiene escapatoria.

– No tan rápido, granuja. ¿No te han dicho que espiar está mal?

– Vosotros lo hacéis.

– Y sigue estando mal. No te hagas la lista. – La regaña.

– Fey. Suéltala. – Ordeno. Fey deja a Khara en el suelo a regañadientes.

– Gracias, papi Dolby. – Enuncia Khara tratando de ser casi angelical.

– Ni papi ni nada. No he dicho que no te vaya a castigar por lo que has hecho. Ya no es solo que nos hayas espiado, podrías haberte hecho daño.

– Jo. – Khara patea el suelo.

Tales of Fairy Luck: AutómataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora