Capítulo 10

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– Michelle Smith –

Jamás creí poder sentir un escenario de tal júbilo y alegría. Había despertado en la habitación de camas elásticas, creyendo que todo lo vivido en aquella proyección había sido un agradable suelo.

Pero había ocurrido, en toría habíamos ganado.

Aún me estoy despertando del todo, sintiendo que en mi interior revolotean mariposas que me hacen querer ser tan alegre como bien pueda yo ser, solo quiero expresar esa alegría interior.

– Ya despiertas, Portadora. ¿A qué ha venido eso? – Pregunta Kail-un – El quedarte sonámbula.

– No sé, quizás era un efecto secundario. Pero valía la pena, eran imágenes muy bellas.

El dios arquea una ceja preguntándose sobre que le estaba hablando. Tuve que comprender que quizás él no vió lo que nosotros vimos. Pero acabará viendolo todo tal y como nosotros lo vimos.

La puerta de nuestra habitación se abre con violenta velocidad, Feanor no tarda un segundo en cruzar y cierra la puerta tras de sí; alterado.

Del portazo, Ari y Clint se despiertan aún adormilados.

– ¡Feanor! ¿Dónde has estado, jefe? – Pregunto esperando escuchar que aventura a movido al pelirrojo por este lugar mágico, segura de que ha vuelto ha recuperar su interés por la investigación.

– Recoged vuestras cosas
Nos vamos.

– ¿Qué? Pero si ya estamos al final de los juegos. Venga. – Insisto movida por una embriaguez sumamente extraña, pero muy agradable.

– Lo han eliminado, Portadora. No participó en el juego. – Comenta Kail-un.

Aquello me pilla desprevenida, Ari no parece gustarle dicha idea.

– Nadie elimina a Reina. Eran ilusiones, es la especialidad de Reina.

– Parad de discutir, nos vamos. Ya os daré las razones más adelante. No tenemos tiempo. – Insiste Feanor.

– F. Si te han eliminado puede que Kail-un pueda rescatarte en el siguiente juego. No tires la toalla. – Le razona Clint con una sonrisa en el rostro, solo hay paz en su mirada. Es tan relajante.

– Son divertidos. – Respondo.

– No quiero participar en esos estúpidos juegos, me dan sumamente igual. – Feanor está extremadamente histérico, me empieza a molestar su actitud. ¿Tánto le cuesta divertirse un rato y parar de quejarse? – Y vosotros no lo vais a hacer. No me hagáis repetirlo más. Nos vamos. ¡Ahora!

– Pero Ari quiere jugar. Y no quiere dejar a Clint tan rápido. – Protesta Ari.

– Eso. Haz caso a la hada. Es tan mona... – Clint se tambalea en un éxtasis de relajación absoluta que se vuelve contagiosa.

– Clint se viene también. – Clint se extraña ante la propuesta de Feanor. Con razón – Estamos todos en peligro.

– Feanor, ¿qué es esta vez? ¿El color de las alfombras no te gusta? – Pregunto con ironía burlesca.

– Smith. Sabes que no insistiría tanto si no fuese importante.

– Es lo que llevas haciendo durante toda tu visita... – Canturrea Clint.

– ¡Y ahora sé que tenía un buen motivo! Estáis en peligro, y no voy a permitir que os pase nada. No me lo podría perdonar.

Me harto de la actitud egoísta del elfo, hago todo este viaje hasta Hambi por él, para intentar ayudarlo, desviandome de la ruta que podría salvar a mi abuelo. ¿Y me lo agradece así? ¿Quejándose?

Tales of Fairy Luck: AutómataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora