– Dunkenor –
La cara de mis compañeros Cuervos debe de ser todo un poema. Acabo de reagruparme con otro escuadrón, justo a los pies de ese gigantesco monstruo de metal, atravesando varias manzanas, para llegar acompañado de tres Lobos.
Los Cuervos nos apuntan firmemente con sus armas.
– ¡No deis un paso más! ¡Identificados!
Obedezco y levanto las manos tal y como dicta el protocolo.
– Dunkenor sin apellido. Cuervo novicio del tercer regimiento de defensa. Hemos venido a ayudar, señor.
– ¿Y los Lobos?
– Ellos también han venido a ayudar. Y por lo que veo, lo necesitáis. – Aquel escuadrón estaba en las últimas la mayoría estaban malheridos y no eran capaces más que de gimotear, tenían falta de equipo y solo aguantaban una decena de Cuervos, quienes tras una barricada lanzaban fuego de mortero sobre el tanque araña, sin hacerle apenas rozaduras.
– ¿Ayudar? ¿Los Lobos? Sí, claro.
– Si no me equivoco, durante el asalto al Árbol del Mundo, Cuervos y Lobos colaboraron para enfrentar un enemigo mayor. Hoy tiene que repetirse ese evento, para que haya esperanza. Nath Lake me ha convertido en uno más de los vuestros, y tengo la capacidad de decidir, siempre que elija lo mejor para Krähennest. Esto es lo mejor.
– Fueron los Lobos los que atacaron Krähennest, y los Cuervos que ayudaron desertaron. Si colaboras con ellos será considerado traición a la patria y se contará como deserción. ¿De verdad quieres seguir ese camino? – Aquello me dejó pensando, lo había dado todo para entrar en los Cuervos de Krähennest, para mantener el orden y la justicia. Si me lo arrebataban... – Voy a tomar tu silencio como que has entrado en razón, novato. Cuervos, detened a esos terroristas.
Seis Cuervos prepararon cuerdas energéticas para apresar a los Lobos que me acompañaban. El Lobo de mi derecha rió.
– Yo de vosotros no lo haría. Hemos venido a ayudar, y siempre podríamos irnos o acabar con vosotros. ¿Crees que solo venimos tres para enfrentar a un arma de destrucción masiva?
Los Cuervos dejaron de avanzar y rebuscaron entre las sombras de las ruinas, buscando si alguien más esperaba desde allí. Pero no veían a nadie.
En realidad, el Lobo se estaba marcando un farol. Solo éramos nosotros cuatro. Los Lobos estaban dispersos y sin un liderazgo claro. Muchos no eran luchadores y muchos habían caído enfrentando a los duendes que los habían ido diezmando desde que esta crisis enfrentó.
En términos prácticos, esto era un ataque desesperado, y eso era lo que me había hecho confiar en estos elfos. Posiblemente morirían enfrentando al autómata, y la historia no los recordaría como héroes, sino los villanos que habrían provocado este caos.
No ganaban nada, y aún así, darían su vida, el colaborar con su enemigo o dañar su dignidad por tener una mínima posibilidad de ganar esta batalla.
Amaban Krähennest, más que estos Cuervos orgullosos.
El Lobo había mandado un mensaje a través de su máscara al resto de Lobos de Krähennest. Pero nadie había respondido.
– ¿Cómo podemos confiar en ellos? – Preguntó un Cuervo.
– Yo lo hago. – Intervine – No se si todos los Lobos son de fiar. Pero lo que sí sé es que estos de aquí vienen a ayudar sin esperar nada a cambio... Haré lo que sea para salvar Krähennest, incluso si eso implica apoyar a los Lobos. E incluso si soy acusado de traición.
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Tales of Fairy Luck: Autómata
Aventure¿Aman los dioses a sus creaciones o somos solo un juego para ellos? La tienda Fairy Luck viaja a las tierras de Hambi con el fin de pasar las fiestas invernales, donde es conocida la historia del Juguetero de Hambi; un famoso inventor que desaparec...