Capítulo 9

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– Dolby Nätch –

Caigo de golpe y de forma violenta. Por unos instantes, me quedo confundido, sin saber donde estoy.

Al darme cuenta de que estoy en mi cuarto, tirado en el suelo junto a mi mesa de trabajo, entiendo que me he quedado dormido.

Debe de haber pasado mucho, tiempo, porque me duele el cuello y la espalda de haber pasado horas durmiendo en un taburete. Tengo papeles y algunas herramientas pegadas al rostro.

Farfullo mientras recoloco todo y me limpio la baba de la comisura de los labios.

Apago la luz de mi cuarto, la bombilla está berreando, y al rojo vivo. Casi a punto de fundirse, por la ventana entra una luz mañanera. ¿He dormido toda la noche allí?

Vuelvo a sentarme en mi taburete, no tengo ganas siquiera de salir. Busco el extraño juguete, no recuerdo mucho, pero sí que tenía una tecnología muy avanzada. Teórica incluso.

Pero todo se vuelve borroso en cierto punto.

Para mi mala sorpresa, el juguete no está por ningún lado. Lo rebusco y lo rebusco, pero no está, me temo haberlo perdido.

Una pieza así es digna de estudio.

Un chillido aterrador me saca de mis preocupaciones. Reconozco esa voz, es Fey, viene de la cocina.

Salgo de mi habitación aun despeinado, la ropa doblada y mal metida, y con una bota quitada. No tengo tiempo que perder, no cualquier cosa asusta a la Loba Sanguinaria.

Temo que esté en peligro, que lo estén todos.

Corro tanto que estoy a punto de tropezarme en la escalera.

Todos los niños del orfanato están formando un corralillo con actitud curiosa. Festo y Sundry están haciendo de protectores, evitando que ni guno de ellos se acerque a lo que sea que rodean. No sé Festo, su armadura me lo impide, pero Sundry está descompuesto.

Nunca he visto al orgulloso enano preocupado por nada.

Fey está tirada en el suelo, no parece que la hayan pegado ni nada, sino que ha caído por el impacto, tiene los ojos abiertos como platos, está temblando y su piel ha perdido todo rastro de sangre en las venas.

Me apresuro para saber que es eso que la ha asustado tanto,  y no puedo arrepentirme más de haberlo hecho.

Un ser de cables y vigas atravesadas se zarandea en mi cocina con Menluinor en brazos. El ser se tambalea débil mientras intenta, a duras penas, preparar un desayuno mientras entona una nana infantil desentonada. Su voz parece una caja musical averiada.

Movido por un impulso irracional y paternal salto diez escalones de golpe y caigo entre los niños del orfanato y la criatura, agarro un palo de escoba y lo empuño.

Los niños me miran como si fuese un caballero, pero uno que lleva viviendo años en la calle y no tiene ni un lirken. Debo tener ese aspecto, pero ahora solo me preocupa que esa cosa tenga a mi hijo entre manos.

– ¡Suelta a mi hijo, monstruo!

Ataco a la criatura, pero esta me esquiva en el último segundo y se gira hacia mí contorsionándose de forma imposible. Escucho el chirrido de sus piezas mecánicas bajo esa maraña de cables y piezas inconexas. Me quedo de piedra, pues en lo que parece su rostro lleva la máscara de Vix.

– ¿Monstruo? – Pregunta la criatura con voz metálica, cercana al sonido de una sierra mecánica junto con una afiladora –  Dolby... Soy yo. He preparado el desayuno... ¿Te gusta?

Tales of Fairy Luck: AutómataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora