Capitulo 3

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Despierto en una cama grande con un brazo alrededor de mi cintura y no dudo ni un segundo en apartarla de mí. Pestañeo un par de veces para adaptarme a la luz del día que se cola por la gran ventana de la habitación.

No tengo la menor idea de donde estoy ni la hora que es, lo que sí sé y recuerdo, es que ayer fui al club, bebi un par de tragos, baile con un chico y terminamos follando.

Sobo mis ojos y me estiro en la cama antes de levantarme de ella sin hacer un mínimo de ruido, no tengo la intención de oír las ridículas palabras del hombre intentando de que me quede para repetir o para que le de mi número y así quedar otro día, eso simplemente no va conmigo.

Camino descalza por el cuarto recogiendo mi ropa que se encuentra dispersa por todo el lugar. Me visto y me calzo los tacones antes de dirigirme al baño a orinar. Tomo pasta de dientes y hago el amago de cepillarme los dientes con mi dedo índice.

Salgo del baño y cojo mi cartera que cuelga de la puerta.

Bajo a la recepción y me encamino a una parada de colectivo fuera del hotel.

Saco mi móvil de la cartera y como me imaginaba le queda poca batería, la cual utilizo para localizarme. Decido caminar un par de cuadras para esclarecerme, ayer bebi demasiado, los tragos en el club y luego en el hotel antes de tener sexo.

Luego de un par de minutos los pies comienzan a dolerme y sé que aún me quedan algunas cuadras para llegar al apartamento por lo cual detengo al primer colectivo que veo.

Quince minutos después atravieso las puertas del edificio donde saludo a Héctor, el hombre que lleva cuidando de este lugar por más de diez años.

—¿Novedades? — consulto mientras espero al elevador.

—Hace muchos años que no hay novedades señorita Keira.

Ladeo un poco mi cabeza para mirarlo y sonrió.

—Ten un gran día Héctor— le digo adentrándome al ascensor.

—Igualmente señorita.

Marco el piso diez y salgo del ascensor cuando las puertas se vuelven a abrir. Saco las llaves de la cartera y abro la puerta del departamento. Al entrar camino al comedor donde encuentro a Jennifer, Charlotte, Andrea y Aria sentadas en los taburetes de la isla de la cocina tomando café. Mi mente queda dubitativa al ver a mi hermana en pijama.

—Por fin apareces ¿a quién te follaste? ¿un millonario sexi o un doctor verga grande? — me pregunta Charlotte que se encuentra con unos lentes de sol puestos.

—Que yo sepa esta nublado afuera— comento tomando asiento al lado de Jenni dejando mi cartera colgando en la silla.

—Ja ja ja.

— ¿Me contaran el motivo por el cual parecen unos zombis?, si es que les dieron duro anoche espero que no haya sido en mi habitación o en el puesto donde mi culo descansa ahora— tomo una tostada del plato de Jennifer.

—¡Ey! eso es mío— se queja.

La miro con una media sonrisa mientras le doy una masticada a la tostada.

Jennifer es la más pequeña de estatura de todas nosotras, midiendo un metro sesenta y ocho, de ojos grises grandes y redondos, nariz respingada donde tiene un arito en el lado derecho y su cabello castaño con mechas de un color más claro completamente liso cae por sus hombros llegándole por encima de los pechos.

Se estira y me arrebata la tostada para darle una mordida provocando mi risa.

—Y sí, fue una noche salvaje para todas, ahora solo quiero dormir todo el día— deja la tostada a un lado y apoya sus codos en la mesa y su cabeza sobre sus manos y suelta un gran bostezo.

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