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Después de dejarla en su casa y en su cama me aseguré de que su mamá se diera cuenta que estaba enferma. Es verdad, dije que me alejaría de ella pero nunca dije cuando.

Si, me alejaré de ella, no hay excusa pero hasta asegurarme que ella esta bien. No voy a alejarme si ella está enferma por mi culpa, ese idiota ocasionó que ella estuviera así pero la mayor parte fue mi culpa, debí prevenir que el idiota haría algo así y no debí dejarla sola por... Una cucaracha... Asquerosa, repulsiva, inmunda y detestable.

Día 1.

—Solo vendré a esta vez ¿entendiste? No tengo tiempo para desperdiciar...

Lo decía en voz baja, como si la misma repetición de la frase me ayudara a convencerme a mí mismo. Pero estaba aquí, de nuevo, en frente de la cama de Hiromi, observando cómo dormía, aún inconsciente, con esa calma que siempre tenía, una calma que no sabía si me irritaba o si me calmaba.

Me paré frente a su cama, observándola en silencio. Mi mirada se desvió a la bolsa de compras que llevaba en la mano, y aunque sabía que no diría nada, un maldito impulso me hizo pensar que en cualquier momento podría despertarse y soltar alguna de sus tonterías.

—Los chicos se preocuparon por ti. Yumehara ha estado deprimida, y Aren está tan enojado porque se corrió el rumor de que te metiste en una pelea y te atacaron en grupo cuando estabas indefensa... —Reí de forma sarcástica—. Ahora el idiota de Toritsuka se esconde de él.

Suspiré, dejando la bolsa de dulces a un lado. No era la primera vez que le traía algo así, pero hoy lo sentía más urgente, como si su recuperación dependiera de algo tan simple como un pedazo de chocolate.

Su rostro seguía inexpresivo. Ni un movimiento, ni un gesto que indicara si estaba bien o mal. Lo detesto, ella no es así.

—Di algo o al menos muéstrame alguna expresión, deja de preocupar a los demás.

Finalmente, una leve sonrisa apareció en su rostro. Mi corazón dio un vuelco, y por un momento, me sentí estúpido.

—Lo ves, no es difícil. Los demás se preocupan por ti, así que muestra algo. A mí no me importa, yo sé que estás bien.

Su sonrisa creció un poco más, y algo en mí se tensó, como si me estuviera burlando de mí por lo que acababa de decir.

—No sonrías. De verdad lo digo, no me importas —Mantuve la mirada firme, mientras miraba la bolsa que llevaba en la mano—. Solo traje esto porque estaba de camino, ¿de acuerdo?

Estaba volviéndome loco, ahora discutía con ella cuando ni siquiera puede hablarme o ser consciente de lo que pasaba.

Sentí la presión en mi pecho al ver que no reaccionaba, y terminé sacando un dulce de la bolsa, comiéndolo con un suspiro. La dejé ahí, en silencio, mientras miraba cómo dormía. Algo en mí no me dejaba marcharme todavía.

—Ya te dije... no me importa —dije en voz baja, pero mi tono se desmoronó al final. Estaba mintiendo, y ni siquiera podía decir por qué.

Día 2.

—Es verdad, dije que no volvería, pero también dije que no tengo tiempo que desperdiciar. Y ahora, adivina qué... tengo tiempo para perder, así que aquí estoy de nuevo.

Coloqué una caja de chocolates sobre su cama.

—Elegí personalmente esta marca, según tus gustos. Es buena, y tiene muchas variedades para elegir.

Abrí otra caja y me metí un trozo de chocolate en la boca, disfrutando del dulce sabor.

—Es tan deliciosa, debes probarlas ya que su origen es francés. —sonreí comiendo los chocolates de mi caja—. Burbuja tonta, te estas perdiendo de mucho.

Mi burbuja explosiva | Saiki Kusuo × OcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora