Mi burbuja explosiva | Saiki Kusuo × Oc

17

El sudor bajaba por mi frente mientras intentaba mantener el ritmo de Hairo. Su voz resonaba como un tambor, motivando a todos a seguir, pero yo solo pensaba en cómo mi cuerpo me traicionaba. ¿Por qué había aceptado reemplazar a Saiki? ¡Qué fácil se lo ponía! Seguro estaría riéndose de mí en su cabeza, si es que no estaba ocupando su tiempo libre haciendo... bueno, nada. 

Mis brazos temblaron y, en la siguiente flexión, caí al suelo como un saco de papas. Me giré de espaldas, mirando al techo y jadeando, mientras tomaba la botella de agua. 

—Ya me cansé. —murmuré con un suspiro, sin intención de levantarme pronto—. Que alguien tome mi lugar... Quiero dormir un rato. 

Mientras descansaba, la puerta del gimnasio se abrió y Toritsuka entró. Mi ceño se frunció al verlo. ¿Qué hacía aquí? No parecía el tipo de persona que disfrutaría este tipo de actividades. Al principio me pareció curioso, pero cuando comenzó a caminar hacia mí con una mirada... extraña, todo mi cuerpo se tensó. 

"Genial, ¿ahora qué quiere?" pensé, preparándome para hablar con él. Pero antes de que pudiera dar un paso, sentí una mano firme en mi hombro. 

—No vayas con ese idiota. —La voz de Saiki me tomó por sorpresa. 

No sabía qué me sorprendía más: que hubiera aparecido de la nada o el tono autoritario en su voz. Toritsuka se detuvo en seco al verlo, su rostro pasó de curiosidad a puro terror, como un cachorro regañado. Ni siquiera dijo nada antes de dar media vuelta y salir corriendo. 

—Él te va a reemplazar. —dijo Saiki con indiferencia, como si no acabara de espantar a alguien—. Vámonos a tu casa. 

—¿Qué? Pero... 

—Apúrate antes de que Hairo me vea. —Insistió, ya caminando hacia la salida. 

Me levanté a regañadientes, siguiéndolo mientras mi mente intentaba procesar lo que acababa de pasar. 

—¿Por qué no puedo acercarme a Toritsuka? —pregunté, cruzándome de brazos. 

Saiki apenas giró la cabeza para mirarme. 

—Porque no. 

—Eso no es una respuesta. —insistí, frustrada. 

—Además —añadió con aparente indiferencia—, gracias a él casi besas a Kaidou. 

Su comentario me dejó atónita. No solo por lo que dijo, sino por el tono que usó. ¿Era posible que... estuviera celoso? Sacudí la cabeza. Claro que no. Este era Saiki Kusuo. Si tenía algún sentimiento, lo guardaba bajo siete llaves. 

Cuando llegamos a mi casa, me dejé caer sobre la cama, abrazando una almohada. No dejaba de mirar a Saiki, quien se había instalado en mi escritorio como si fuera suyo. 

—¿Por qué Toritsuka te tiene tanto miedo? —pregunté, aún intrigada. 

—Eso es ser chismosa. —replicó sin más, cambiando de tema de manera tan brusca que me hizo rodar los ojos—. ¿Ya hiciste la tarea de biología? 

Mi cuerpo se tensó al escuchar esas palabras. 

—¿Qué tarea? —me incorporé de golpe, alarmada. 

Saiki negó con la cabeza, exasperado, mientras sacaba un libro de su mochila. 

—Página 189 a la 228. Apúrate. 

—¿Tanto? —exclamé, horrorizada—. Solo falta que también deba pasarlo al cuaderno. 

Para mi sorpresa, una pequeña sonrisa burlona apareció en su rostro.