LA CASA DEL PROFESOR KIRKE

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Al bajar pudimos ver qué no éramos los únicos niños que tenían una casa esperándolos en este sector, pero a todos ellos los recogieron antes y no tuvimos la posibilidad de hablar. A diferencia de ellos esperamos un buen rato.

-El profesor sabía que vendríamos-dijo Susan después de un largo, y al menos para mí, incómodo silencio.

-A lo mejor nos pusieron las etiquetas mal- apuntó Edmund mirando la suya para verificar si había algún error.  

En la mitad de esta conversación llega un gran carruaje arrastrado por una hermosa yegua blanca montada por una señora de cabello castaño oscuro, el cual no se podía ver del todo ya que estaba oculto por un sombrero café y una flor de color lila lo adornaba. Su sóla presencia marcaba un territorio y dejaba ver su carácter autoritario, es decir, daba un poco de miedo.

-¿Señora Macardy?-le pregunta Peter.

-Si-respondió la mujer con poca cortesía, aunque quién soy yo para juzgar a las personas.-¿Y us pertenencias?- nos miró tan despectivamente que hubiera salido corriendo si no fuera porque necesitaba un hogar.

-Solo tenemos esto- le respondió Susan, por lo que Lucy y yo asentimos confirmando esa información.

-Está bien, mejor nos damos prisa, ¿Les parece? 

Lucy se monto con la ayuda de Susan ya que Peter ayudaba a guardar las maletas de sus hermanos, luego Edmund con su terquedad se subio solo y aunque pudo hacerlo perfectamente algo en él me irritaba. Por otro lado Susan se montó diciéndole a su hermano que se apresurara. Y yo que estaba esperando que todos los hermanos estuvieran en el carruaje, esperaba a Peter pero Susan insistió en que no era necesario tal cortesía de mi parte, así que estaba preparada para subirme cuando fuí interrumpida con la mano de Peter quien me ofreció ayuda caballerosamente. Le iba a agradecer sinceramente, sin embargo la interrupción de la señora exaltándonos nos privó de toda clase de modales en ese momento.

Al estar en toda esta situación no había podido presenciar el hermoso paisaje que teníamos ante nosotros. Llegamos a una casa grande, decorada con un hermoso y amplio jardín que quería explorar cuando hubiese tiempo.

- Está hermosa-exclamé sin pensar, todos los hermanos estaban callados por lo que me dio vergüenza.

-Gracias, le caerá muy bien al profesor - anotó la señora Macardy con un intento de sonrisa, algo que me tranquilizó un poco. Pero al mirar a la familia que me acompañaba al parecer no les gusta esta maravillosa vista tanto como a mí, deben realmente extrañar su hogar.

En el mismo momento de entrar a la casa, la señora Macardy explicaba  unas reglas a las que nadie le ponía atención. Al pasar por las escaleras dónde habían unas cuantas estatuas, espadas y demás, Susan trato de tocar una de ellas pero la señora Macardy no la dejo sorprendiendole con un grito por lo que los demás reímos. Sinceramente estaba a punto de hacer lo mismo y ahí supe que ella y yo podríamos llevarnos mejor que el resto.

Tenía curiosidad de dónde venían todas esas espadas que parecían del medioevo, a lo mejor eran pasadas de moda y las personas ya no se interesaban en éstas cosas, sobretodo estando en guerra, pero a mí parecer el profesor Kirke tiene un gran sentido del gusto.

En medio de risas y curiosidad nos asignaron una habitacion para todos, cada uno tenía su propia cama. Fue muy conveniente haber sido la última que entró a la habitación porque sólo yo pude escuchar exclamar a la señora: "Que extraño, tal vez se equivocaron, habían dicho que sólo serían cuatro."

No podía creer lo que me estaba pasando, moría de felicidad al ver esta enorme casa con enormes cuartos y una compañía que hasta el momento era muy amable conmigo. Toda esta aura de felicidad fue interrumpida por la pequeña Lucy quién estaba en su respectiva cama un poco incómoda, a lo que ella dijo:

El secreto de Narnia: El león, la bruja y el ropero. [ C O M P L E T A ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora