El gran final

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Después de algún tiempo nadie venía a visitarme. Los días parecían cada vez mas eternos, al parecer no querían adoptarme y la mujer no volvió a aparecer. Fingía que no estaba interesada en nada de eso pero llegan a mis pensamientos preguntas como ¿Quién vendría? y ¿Por qué todos se han olvidado de mi?

En este olfanato hay cuatro edificios, yo estaba ubicada en el tercero hasta que cumplí los catorce.  Me dijeron que todo se acabaría: "Nadie quiere a los niños grandes"

El primer día me llevaron a mi habitación casi arrastrada. Un miedo incontrolable se había apoderado de mí y no me quería ir. Podía ver la cara de los otros niños mirándome con temor, rezando para que los adoptarán lo más rápido posible y no sufrir en el edificio cuatro.

Al entrar me asignaron otras compañeras: Lola, Setefanie y Sofia. No me interesaban en lo absoluto, incluso con el constante sentido de maternidad de Lola, quién era la mayor, estaba preocupada por mi ya que no hacía nada más que llorar y dormir. Sin embargo, con el pasar de los días pudo ganar mi confianza, lo que nos llevaría a una pequeña amistad y las cuatro seríamos inseparables en todo el tiempo que estuve allí. Lola me recordaba a Susan y las demás a una juguetona y bulloza Lucy. 

Prometimos que la primera en ser adoptada nos visitaría cada mes y así sucesivamente hasta que todas encontramos una familia, o al menos tuviésemos la mayoría de edad. Nuestra imaginación y esperanza voló tan lejos que hasta Lola habló sobre adoptarnos a todas una vez que sea lo suficientemente mayor.

Después de recuperarme completamente de mi tristeza y subir de peso al comer debidamente, Lola permitió que podíamos pasar las noches hablando como le habíamos rogado días antes. Duramos hasta las cuatro de la mañana pero aún no tenía sueño así que sigilosamente bajé hasta el patio, un pequeño jardín compuesto de flores secas y atracciones rotas.

Me senté en una banca tratando de recordar todo lo que sucedió hace unos meses. Todos los accidentes que había hecho, como por ejemplo conocer a los Pevensie y creer en ellos. Amar a Edmund. 

Pensé que mi nuevo error había sido bajar hasta aquí pero me tropecé fuertemente con un chico. Los dos, con nuestras rodillas ardiendo por nuestra caída, exclamamos:

-¡Oye, fíjate por donde vas!

-Lo siento-dijo el chico mirandome fijamente con esos brillantes ojos miel. Había también dolor en ellos y un poco de rabia por lo que acababa de suceder, sin embargo me ayudó a levantarme con amabilidad.

-No importa, yo no me fijé por donde iba-le sonreí.

-Soy Marcus-extendió su mano.

-Yo _____.

-Lindo nombre.

- Y tú tienes unos lindos ojos.-Sonreí.

-¿A caso eres oculista?

-No...-Le respondí, fue tan incómodo pero a la vez tan cómico para ambos que los dos terminamos riendo.

Por alguna razón, los dos nos sentamos en el suelo. Como si fuesemos conocidos empezamos a hacer preguntas, estaba más interesada en él de lo que me gustaría admitir.

-¿Cuántos años tienes Marcus?

-Quince.

-¿Desde cuándo estas aquí?

-Desde los siete años-una flecha imaginaria entro en mi corazón y su mirada se oscureció un poco. Me sentía culpable porque yo estaba casi dos meses aquí e hice de este encierro un problema y él parecía llevarse bien con éste lugar después de todo este tiempo.

El secreto de Narnia: El león, la bruja y el ropero. [ C O M P L E T A ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora